Concordia venía como anillo al dedo. Era la ocasión de conocer el Palmar y el Palacio San José, y de paso evitaba volver de un tirón tantos kilómetros, porque el esfuerzo me borra en parte ese gustito dulce de las buenas vacaciones.
De Misiones me traje como suvenir unas orquídeas que vendían en la ruta por un precio irrisorio, las que florecieron en la primavera siguiente engalanando la reja que da al jardín.
Paramos en un hotel sobre la misma RN 14 en la entrada a la ciudad de Concordia. El viaje fue tranquilo, llegamos para acomodarnos en la habitación y cenar. Como en tantas otras ocasiones, habíamos armado un bolsito con lo necesario para los tres –léase pijamas, ojotas, cepillos dentales, etc.- así nos ahorramos descargar todo el auto y se nos hace más ágil la estadía por una sola noche. En estos casos es indispensable que el establecimiento cuente con un estacionamiento seguro con cochera, para dejar el vehículo cerrado y no tener que dejar la llave.
Estiramos el abundante desayuno con la pachorra propia del último día de vacaciones y nos encaminamos al Palmar, con el equipo de mate y una vianda.
Fauna
El mediodía se pasó volando, el lugar invitaba a quedarse y así fue, el Palacio Urquiza quedó para otra oportunidad. De vuelta a la ruta, nos aprovisionamos en un local de artículos regionales con algunos sabores locales (muy recomendable el escabeche de yacaré) y la infaltable bolsa de 10 Kg de naranjas por el precio de un kilo en las verdulerías del barrio. Cosas de la intermediación, qué se le va a hacer.
Tripulación
Esto fue todo, desandamos el camino a casa con las últimas luces de un hermoso día de invierno.
Lindo broche de oro, con las famosas palmeras y ese marco natural siempre tan atractivo!
ResponderEliminarViva la Mesopotamia!
Enrique