miércoles, 16 de junio de 2021

Cartografía



En esta ocasión, al haber armado una página temática con retazos de viajes que corresponden a diferentes momentos y situaciones, voy a ubicar las distintas islas en un planisferio, para tener una rápida ubicación de las tierras y los mares referidos en cada entrada; seguido, un mapa de cada isla.

Planisferio1.jpg

 

 

Cuba

 

Lanzarote

 

Isla Mauricio

 

Cícladas

 

Isla de Pascua

 

Como comenté en algún correo, reconstruir los viajes correspondientes a las primeras entradas, ocurridos a principios de los ’90, fue un ejercicio retrospectivo, una manera de revivirlos hilvanando recuerdos. De esos viajes no conservo folletería o bibliografía, sólo quedaron las fotos que tienen fecha y anotaciones en el reverso; por el contrario, las últimas entradas corresponden a viajes más recientes, mejor planificados y documentados.

 

Hurgando en los cajones de los recuerdos, también aparecieron algunas monedas griegas y de Isla Mauricio; de Lanzarote seguro que también me quedaron, pero tratándose de una colonia española -y como todavía no se había instaurado el Euro- esas monedas eran pesetas, las que probablemente usé luego en territorio español porque seguí viaje al continente. Misma situación que en Isla de Pascua, ya que se trata de territorio chileno y rige su signo monetario.

El número KM# corresponde al catálogo Krause-Mishler de Monedas del Mundo.

Monedas griegas

Destaco estas dos por sobre el resto:

KM#131 

Moneda de 5 Dracmas de cobre-níquel con la figura de Aristóteles. Año 1990

 

KM#159

Moneda de 100 Dracmas de bronce con la figura de Alejandro Magno. Año 1992

 

Monedas mauricianas

KM#55

Moneda de 1 Rupia de cobre-níquel. Año 1990

 

KM#56

Moneda de 5 Rupias de cobre-níquel. Año 1987

 

Espero que hayan disfrutado de leer estas entregas tanto como yo disfruté de elaborarlas, en mi caso ésta es la mejor manera que encuentro de seguir viajando, por lo menos hasta que cambien los vientos.

A mis lectores, hoy los saludo en rapanui: ¡iorana!

 

Isla de Pascua – parte 3

lunes, 14 de junio de 2021

Isla de Pascua - parte 3

Por doquier soplan los vientos celestiales, todo lo rodean y cubren el mar y el cielo absolutos, el espacio infinito y el silencio supremo. El habitante de estas tierras vive alerta a algo que él mismo ignora, sabiendo sin saber que está en la antecámara de algo aún más vasto y que él no acierta a concebir.

Catherine Routledge

 

Otro día madrugamos porque nos recomendaron ver el amanecer en Tongariki. Circular en noche cerrada por las rutas de la isla fue toda una experiencia en sí misma, a pesar de repetir un recorrido ya transitado, porque hay animales sueltos por toda la isla: ganado vacuno y lanar, caballos… me previnieron cuando retiré la camioneta, recuerdo haber preguntado por qué no los capturaban y recuerdo la respuesta: "es una isla, ¿a dónde van a ir?" Sin palabras.

Volviendo al madrugón, llegamos a destino todavía de noche, con la luna llena sobre el oeste, casi posada sobre el volcán Rano Raraku, la antigua cantera. El contorno sombrío de la montaña tenía un aspecto fantasmagórico, la quietud y el silencio del lugar completaban la escena.

Luna y volcán

Volviendo nuestra mirada hacia el este, al cabo de un rato empezó a clarear detrás del volcán Poike, indicando el punto por donde habría de asomarse el astro rey.

Amanecer en Tongariki

El cielo nuboso amenazaba con estropear el momento, pero por suerte para cuando despuntaron los primeros rayos las nubes se disiparon un poco y permitieron disfrutar el amanecer. Valió la pena el madrugón.

Amanecer en Tongariki

Enganchado con el amanecer en Tongariki, a continuación hicimos playa en Ovahe, un rinconcito con arena al pie de un hermoso acantilado que mira al este, y que por la altura de la pared de piedra sólo permite tomar sol de mañana.

Playa de Ovahe

El acceso es un poco incómodo, hay que dejar el auto y caminar un rato entre piedras, pero la playita resulta casi íntima, estuvimos completamente solos un par de horas, mateando mientras ascendía el sol y avanzaba la mañana.

La playa y el acantilado

Ese día volvimos a Tahai, para volver a contemplar el único moai completamente restaurado de la isla. Durante la época de los conflictos entre tribus, todos los moais fueron derribados y a todos se les arrancaron los ojos. Recién cuando pudo rescatarse una parte de un ojo de entre las ruinas, pudo conocerse cómo los elaboraban, y con ese conocimiento se decidió restaurar una figura completa. El resultado me pareció sencillamente hermoso.

El moai restaurado del Ahu Tahai

Esa noche asistimos a un espectáculo basado en las antiguas tradiciones y danzas típicas de la isla, en un pequeño teatro en el centro de la ciudad llamado Kari Kari. El elenco es totalmente local, y la representación está basada en la tradición oral y los dibujos y petroglifos existentes. Para entrar en clima, al espectador se le ofrece una caracterización, que consiste en un maquillaje a la usanza de los tatuajes y ornamentos típicos. No pude resistirme a la oferta.

Cena en Kari Kari

Las danzas son muy intensas y vistosas, se permite grabar todo lo que uno quiera porque para ellos cada turista es una posibilidad de dar a conocer al mundo sus costumbres y agradecen que uno difunda su arte. Dejo unos videos en HD con fragmentos del espectáculo, filmados desde mi privilegiadísima primera fila, para el que quiera descargarlos. Cada video dura unos 30 segundos, son acotados porque en estos casos ponerse a filmar implica dejar de disfrutar del espectáculo.

Video 1

Video 2

Video 3

Video 4

Otro detalle sorprendente fue acercarse al puerto de Hanga Roa a contemplar las enormes tortugas marinas que llegan hasta la costa en busca de comida. Nunca había visto tan de cerca tortugas de este tamaño, nadando tranquilamente en las cristalinas aguas de la bahía, a un par de metros de donde estábamos parados.

Tortugas marinas en Hanga Roa

Museo Antropológico Sebastián Englert

Nos recomendaron el museo y fue una excelente recomendación, porque resultó muy completo e interesante. De todo lo visto y aprehendido durante la visita, voy a compartir unos pocos datos esenciales.

No está sola, está lejos

Rapa Nui, conocida como Isla de Pascua, pertenece a la Polinesia, un área geográfica definida por un triángulo imaginario cuyos vértices son Nueva Zelanda, Hawaii y la misma Rapa Nui. Todas las islas que la componen se caracterizan por tener una tradición cultural común, cuyas raíces se remontan unos 2.000 años AC y que en Rapa Nui concluye con la llegada de los misioneros católicos en 1864.

Tradicionalmente, Oceanía ha sido separada en tres zonas principales: Melanesia (nombrada así por la piel oscura de la mayoría de sus habitantes), Micronesia (porque las islas que la forman son muy pequeñas) y Polinesia (que significa, literalmente, muchas islas). Sin embargo, como Oceanía fue poblada en distintas épocas por grupos humanos que tenían culturas y lenguajes diferentes, los científicos prefieren dividirla en sólo dos áreas:

Oceanía Cercana, que corresponde a Australia, Nueva Guinea y las islas adyacentes a ella, hasta el archipiélago de las Islas Solomon. Esta área fue colonizada durante la última edad de hielo, unos 40.000 años atrás.

Oceanía Remota, que comprende el resto de las islas, es decir, Micronesia, la parte este de Melanesia y toda la Polinesia. Esta zona comenzó a colonizarse alrededor del 1.500 AC y terminó de poblarse tardíamente, circa 1.000 DC.

Durante el siglo V AC, los primeros Polinesios echaron al mar sus grandes canoas, partiendo de Tonga, Samoa y otras islas adyacentes con dirección Este para alcanzar y poblar el corazón de la actual Polinesia. Unos 700 años después, una segunda oleada se dispersó más hacia el Este pero también hacia el Norte y el Sudoeste para colonizar los extremos del triángulo polinesio. Se estima que esta aventura se completó allá por el S XII.

Ojo de moai sobre un fragmento de cara

La conjuntiva del ojo está hecha de coral blanco, mientras que el iris es un disco tallado en escoria roja. Esta reliquia fue descubierta en la playa de Anakena en 1978, durante la restauración del sitio ceremonial. El hallazgo permitió confirmar que los moais efectivamente tenían ojos, y que la colocación de los mismos en el rostro de piedra debió haber sido el momento más sagrado del ancestral culto, con la estatua ya ubicada en su sitial.

El dios Make-Make

Religión: su principal deidad, Make-make, considerado el creador de la humanidad, está representado en numerosos petroglifos distribuidos por toda la isla. Su presencia es exclusiva de la Isla de Pascua, pero responde a un patrón común presente en casi toda la Polinesia, lo cual pone en evidencia la raíz común de toda la región. Por citar algún ejemplo, dentro del culto a los antepasados, pueden mencionarse los marae de la Polinesia Central como precursores y antecedentes directos de los moai erigidos en Rapa Nui.

Petroglifos de Hawaii

Estos petroglifos fueron encontrados en Hawaii. Su semejanza con los Tangata Manu de Isla de Pascua confirma la noción de que los habitantes de Rapa Nui comparten sus raíces con otras sociedades oceánicas. En este tipo de pruebas se basa la unicidad cultural y étnica de la Polinesia.

Petroglifo de Isla de Pascua

Este petroglifo representa una paika (foca), mamífero pinnípedo que habita las aguas del Océano Pacífico y probablemente esté asociado a una deidad local: el dios Tangaroa.

En otro orden de cosas, el idioma rapanui, de raíces polinesias, tiene cinco vocales y solo diez consonantes y en su fonología se parece mucho al maorí neozelandés. Como curiosidad, el término usado para indicar lo prohibido en Rapanui es tapu, origen de la palabra española “tabú”. Por último, destacar que el nombre de la isla es “Rapa Nui”, mientras que el gentilicio se escribe “rapanui”.

 

Esa misma tarde volvimos a Orongo a completar la visita, ahora se veían nítidamente los tres motu (islotes): Kao Kao (literalmente “angosto”), Iti (“pequeño”) y Nui (“grande”).

Los tres motu

La ceremonia del Hombre-pájaro viene a restaurar el orden luego de la anarquía y las guerras tribales que determinan, con el derribamiento de los moais, el final del megalitismo. Entonces se instaura una nueva religiosidad, en forma de competencia, para que los dioses vuelvan a mirar con buenos ojos a Rapa Nui.

Cada septiembre, al inicio de la primavera, se esperaba la llegada de los gaviotines apizarrados (manutara, en Rapa Nui) que venían a hacer sus nidos en estos motus cercanos a Orongo. Entonces, los jefes de cada tribu se trasladaban a Orongo para instalarse en la aldea. Cada jefe ya tenía elegido un hopu manu que competiría por su tribu. Los hopu manu eran jóvenes que probablemente se preparaban durante todo el año para participar en esta especie de triatlón que se cobraba muchas vidas.

A una señal dada, los contendientes debían bajar por los acantilados hasta el mar y nadar 2 Km hasta Motu Nui sobre una pora, una precaria tabla de juncos. Se escondían en las cuevas del islote a la espera del primer gaviotín que pusiera un huevo, y aquel que lograra sustraer el huevo del nido era el ganador. Entonces, mediante señas le indicaba a su jefe, que esperaba en Orongo, que se afeitara la cabeza y las cejas a modo de preparación para su entronización como nuevo Hombre Pájaro. Hay que considerar que todo el desarrollo de la competencia podía llevar varios días, y que no se suspendía por mal tiempo. El esfuerzo de los hopu manu era considerable y les exigía una impecable preparación física.

Recreación de los hopu manu compitiendo

Por último, el ganador debía colocar el huevo en una especie de vincha ajustada a su cabeza para volver nadando a Rano Kau sin dañarlo. Entretanto, el jefe bajaba en procesión de Orongo a Mataveri, donde actualmente se encuentra el aeropuerto, para ser entronizado. El estatus del Hombre Pájaro se asimilaría al de un rey que mandaba por sobre todas las tribus, pero esencialmente le permitía un mayor acceso y control sobre los escasos recursos que tenía la isla en esos últimos tiempos, en beneficio de su tribu.

La ceremonia del Hombre Pájaro se siguió desarrollando por un siglo y medio más, hasta que en 1867 los misioneros católicos la prohibieron porque estaba basada en un huevo (como si no fuese una buena metáfora de la nueva vida…) y porque rendía culto al dios creador Make-Make. Creo que a los misioneros les faltó muñeca para elaborar un sincretismo católico-nativo, al estilo de las misiones en América (cómo olvidar los angelitos arcabuceros de la iglesia de Uquía, en el NOA argentino, por citar un ejemplo).

Un párrafo para la cabaña en la que nos alojamos, en el complejo Te Pito Kura, cuyo anfitrión, nativo de la isla, era todo un personaje. Igualmente la atención fue esmerada y a nuestra entera conformidad.

Nuestra cabaña

La cabaña era sencilla, como casi todo en la isla, pero estaba en un entorno agradable y bien cuidado. El acceso era de tierra, lo que por sí solo justificó, con un día de lluvia, el alquiler de una 4x4.

Mucho verde

En la isla hay alojamientos de alto nivel, fuera de nuestro presupuesto, pero éste satisfizo nuestras expectativas.

Para la última noche fuimos a cenar a un buen restorán en la costa, y pedí la recomendación del chef: pulpo. Delicioso y original, desde la presentación hasta la combinación del puré especiado y la salsa con toques locales. Un manjar.

Con un tentáculo basta

Quedaba hacer las valijas, después de pasar una semana de asombro en asombro, en un lugar remoto y casi olvidado del mundo. Una experiencia singular.

Volamos a Santiago, esta vez en clase turista (a otros les tocó disfrutar de la promo en Premium Business), para hacer noche y tomar el vuelo que nos traía de vuelta a casita, con un nuevo cruce de la Cordillera.

Volando bajo el techo de nubes

Quedaba un último espectáculo, una yapa.

Nieves eternas

En el viaje de vuelta me senté a la ventanilla, resulta que mucho antes había cruzado desde Mendoza en auto pero nunca en avión, es impactante verlo desde el aire, algún sobrino podrá dar fe de lo que digo…

Cartografía

Isla de Pascua – parte 2

 

domingo, 13 de junio de 2021

Isla de Pascua - parte 2

En Isla de Pascua el pasado es presente, y es imposible huir de él… Las sombras de los escultores de antaño siguen poseyendo la tierra. Lo quiera o no, el viajero debe entrar en comunión con esos obreros ancestrales, pues vibra en todo el aire una inmensa determinación y energía que alguna vez estuvo y ya no está. ¿Qué fue? ¿Por qué?

Katherine Routledge

Tongariki

Fue el asentamiento de una de las tribus más poderosas de la isla, el clan Hotu-iti, y la zona que ocupaba así lo sugiere, por su extensión y por la proximidad con la cantera en la que se tallaron todos los moais de la isla.

Acceso al Ahu Tongariki

Los quince moai del Ahu Tongariki fueron derribados en el siglo XVII, durante un período de luchas entre las distintas tribus que habitaban Isla de Pascua. Adicionalmente, los moai fueron sufriendo los rigores del clima a lo largo del tiempo, entre otros el gran tsunami de mayo de 1960. La restauración del Ahu Tongariki llevó cuatro años, en un esfuerzo conjunto de arqueólogos chilenos y japoneses, con la colaboración de la población de la isla, concluyéndose en 1996.

Ahu Tongariki

De los quince moais reubicados, solo uno tiene su tocado puesto, hay más tocados diseminados por el lugar pero no se pudo determinar a cuales estatuas corresponden.

El ahu y la costa

Este clan contaba con un pequeño puerto natural, el resto de la costa es inaccesible y está azotada por los vientos del Pacífico, lo que le confiere al lugar un toque muy particular de desolación. Al fondo, el volcán Poike marca el extremo este de la isla.

Por efecto del tsunami

Este moai se encuentra bastante alejado del ahu, fue arrastrado por el gran tsunami que azotó toda la costa este de la isla en 1960. Detrás del moai se aprecia el volcán Rano Raraku, cantera en donde se tallaron todos los moais para ser luego trasladados a sus emplazamientos definitivos.

De la aldea de Tongariki nos trasladamos a la vecina cantera del volcán Rano Raraku, en donde quedaron una gran cantidad de moais a medio trasladar, y algunos más en pleno proceso de tallado en las mismas laderas del volcán.

Cantera en Rano Raraku

Aparentemente, los moais eran trasladados erguidos, usando rodillos y cuerdas. Las cabezas que afloran de la ladera del volcán son estatuas enteras, cubiertas parcialmente por la erosión y el detrito propios del trabajo en la cantera. Son enormes, la cabeza representa aproximadamente un tercio de la altura total de la estatua.

Moai semienterrado

A estos moais solo les falta tallar la cavidad de los ojos, para colocarles las córneas de coral que les conferían el “mana” del ancestro que representaban. Esa tarea se hacía una vez que el moai estaba emplazado en su ahu.

Solo les faltan las cavidades

En la ladera del volcán también se pueden apreciar algunos moais a medio tallar, que ponen de manifiesto las rudimentarias técnicas que utilizaban los isleños, las que sitúan evolutivamente a esta civilización en la Edad de Piedra, a pesar de llegar hasta el siglo XVIII.

Vista de Tongariki desde la cantera

Ascendiendo por la ladera del volcán, se tiene una imponente vista de la aldea de Tongariki, con su ahu de espaldas a la bahía, el volcán Poike, y a sus pies el motu (islote) Maratiri.

Interior del volcán Rano Raraku

Un sendero lleva al interior del volcán, que tiene un lago con un poco de vegetación. No hay ríos ni manantiales en la isla, el espejo se formó por la acumulación de agua de lluvia. También hay moais a medio tallar de este lado, aún con la dificultad extra de subirlos hasta el borde de la caldera y bajarlos del lado exterior.

Desde lejos

Ya alejándonos, impacta ver la colección de cabezas semienterradas y algunas huellas de la actividad inconclusa en la ladera.

Te Pito Kura

Este centro ceremonial, cuyo nombre suena extraño en español y parece desordenado, tiene una única estatua, llamado Paro, que es el más grande moai movido y erigido con éxito sobre un ahu. Tiene 10 metros de altura y supera las 80 toneladas de peso. El pukao (tocado) que ostentaba pesa unas 12 toneladas y fue tallado en la cantera de Puna Pau, distinta de la cantera Rano Raraku y fácilmente identificable por el color rojizo de su lava.

Te Pito Kura

La tradición oral indica que una viuda encargó su construcción en memoria de su difunto esposo. Este moai habría sido una de las últimas estatuas derribadas, circa 1838, y no se puede enderezar porque está partida al medio, como puede apreciarse en la foto.

La piedra magnética

A pocos pasos del ahu, encerrado por un muro circular de piedra, hay un conjunto formado por una piedra central grande y cuatro piedras más pequeñas que sirven como asientos. Según la tradición oral, la piedra grande fue traída por el primer rey de la isla, Hotu Matua’a, desde Hiva, la mítica isla polinesia de donde serían oriundos los rapanui. La piedra central llama la atención por su gran tamaño, aparentemente fue pulida a mano con piedra pómez, y tiene un alto contenido en hierro que hace que las brújulas se comporten de manera impredecible cuando se apoyan sobre ella, por lo que probablemente esté compuesta de magnetita. Las cuatro piedras más pequeñas están dispuestas con notable precisión según los puntos cardinales.

Volcán Rano Kau

Volcán Rano Kau, Gentileza de Google Earth

Producto de una erupción volcánica hace 2 millones de años, el volcán Rano Kau constituye el extremo sudoeste de la isla. El cráter, que mide más de 1.500 metros de diámetro, es una inmensa olla de profundidad indeterminada, que en su momento sirvió como reserva natural de agua dulce para los nativos; hoy esa agua está estancada, cubierta de camalotales de totora.

El volcán, los islotes y el aeropuerto Mataveri, gentileza de Google Earth

Los nativos llaman Kari-Kari a la parte que parece “mordida” del cráter, que justamente es el lado que da al mar. La erosión marina contra la base de los acantilados desestabilizó esta parte del cráter, que terminó derrumbándose. Esta parte y los tres motus (islotes) que se ven en la foto aérea adquieren suma importancia en la ceremonia del Hombre-pájaro.

Dejamos el auto en la base del volcán e iniciamos el ascenso. La altura iba ampliando el horizonte, y se pudo contemplar parte de la isla mirando hacia el norte.

 

Hanga Roa y la bahía

De pronto, un puntito en el horizonte de lado oeste y el lejano sonido de turbinas nos avisó del inminente arribo del vuelo diario proveniente de Santiago, el mismo que nos había traído unos días antes. Enseguida apareció el avión recortado sobre el mar.

El avión de Latam aproximándose

Habíamos subido bastante, el volcán supera los 250 MSNM y la pista está al pie del mismo, casi a nivel del mar. Esto produce la curiosa situación de poder ver el avión “desde arriba”, lo vimos bajar prácticamente a nuestros pies.

El cráter del Rano Kau

El cráter es espectacular y a la vez intimidante. El sendero bordea la caldera en ambas direcciones, hacia la derecha está la aldea ceremonial de Orongo, hacia la izquierda simplemente se llega hasta el otro borde del acantilado. Nos dirigimos hacia Orongo, apurando el paso porque el tiempo desmejoraba y estábamos lejos del auto.

Otra vista del cráter

El borde dibuja un contorno circular de unos 1.500 metros de diámetro, que se puede transitar en casi la totalidad de su extensión salvo el Kari-Kari. El sendero de la derecha se aparta del borde para emparejarse con la ruta que llega hasta el centro de interpretación de la aldea ceremonial. Mucha info en su interior, pero preferimos un rápido vistazo para pasar a ver la aldea.

Aldea ceremonial de Orongo

La ubicación de la aldea es casi inverosímil, con el borde del cráter Rano Kau a un lado y acantilados de más de 250 metros de altura del otro, pero tiene su sentido en el contexto de la ceremonia que se realizaba en ella cada primavera.

Es una aldea ceremonial, compuesta de 54 casas, relacionada con el culto del Manutara y la ceremonia-competencia del Tangata-manu. Se utilizaba sólo unas semanas al año, al inicio de la primavera. En la zona también puede apreciarse arte rupestre.

A partir del siglo XVI la sociedad isleña fue abandonando el megalitismo (usado como culto a los antepasados), reemplazándolo por el culto al dios Make-Make, estrechamente vinculado a la fertilidad, la primavera y la llegada de aves migratorias.

En ese contexto, Orongo es el foco de este orden emergente, que contaba con una nueva religión y un sistema político diferente, que gradualmente se fue imponiendo en toda la población,  creando una nueva etapa histórica en la isla.

Pasada la hilera de casas que conforman la aldea, el sendero llega al extremo mismo del acantilado. La vista del Kari-Kari (la “mordida” en el cráter) simplemente quita el aliento.

El Kari-Kari

El tiempo desmejoró sensiblemente y nos tuvimos que retirar, pero en consideración al inconveniente climático nos permitieron regresar otro día a completar la visita. Este sitio y la cantera están restringidos a una única visita por estadía, para preservación de los mismos, por cuestiones de impacto ambiental en el entorno.

Bajando por el sendero de la ladera del volcán y ya fuera de la nube que persistía en su descarga pluvial sobre Orongo, quedó tiempo para una última postal de la isla, con la capital Hanga Roa en toda su extensión y el volcán Ma’unga Terevaka, el punto más alto de la isla con 507 MSNM, hacia el norte.

Hanga Roa y Ma’unga Terevaka

De regreso a la cabaña, el atardecer nos obsequió algunas hermosas postales.

Ahu Tahai

La tribu Tahai tenía tres ahu distintos, uno de los cuales tenía seis moais.

Ahu Tahai

Seguimos…

 

Isla de Pascua – parte 3

Isla de Pascua – parte 1