viernes, 4 de junio de 2021

Ile Maurice

Las fotos originales de este viaje fueron atacadas por la humedad, lo descubrí cuando quise escanearlas, por ello me vi obligado a seleccionar y descartar más de lo que hubiera deseado. En algunas imágenes se ven los estragos que causó el agua, otras las pude editar para que queden presentables. Esto limitó en parte el contenido de esta entrada.

 

Después de recorrer Sudáfrica y sus contundentes contrastes, prolongar el viaje con unos días en Isla Mauricio fue la manera de cerrar las vacaciones de 1995 con ocio y relax.

La combi nos trasladó del aeropuerto directamente al hotel Ambré, un cuatro estrellas en modalidad all-inclusive que contaba con playa propia, en la costa oeste de la isla. En la recepción del hotel, cuando el conserje abrió nuestros pasaportes exclamó: “¡argentinos! Maradona!!” Así, dos palabras, en el medio del Océano Índico, en 1994, tal era la trascendencia del Diego. Pasada la efusividad inicial y después de las obligadas alusiones al ídolo, nos comentó que en más de diez años de servicio que llevaba en el hotel, era la primera vez que recibían huéspedes argentinos.

La pileta del hotel

El hotel era directamente un ensueño, con un frente de playa de más de medio kilómetro. La arena era blanca y casi impalpable, lo que hacía que no queme tanto los pies.

Playa

Una vez instalado, sentí que era tanto el deseo de descanso que rechacé el city-tour a la capital Port Louis y me desentendí de los atractivos locales, así que nada de Le Morne Brabant ni de Crystal Rock, ni me mojé los pies en el lago Ganga-Talao, ni vi reflejados en sus sagradas aguas los templos del Grand Bassin, se los debo…

Bajada a la playa

En la foto puede apreciarse, respecto del año anterior en Lanzarote, que este servidor ya tenía algunos cabellos menos y algunos kilos más, cosas de la vida…

El hotel tenía un lobby central con todos los servicios, en donde se podía desayunar y cenar, aunque el desayuno se disfrutaba mejor en las mesitas acomodadas en torno a la pileta, a la sombra de los cocoteros. También se acomodaban mesas para el almuerzo o la cena en la playa, por ejemplo se podía cenar a la luz de una vela con el rumor del mar a unos pocos metros. Respecto de las habitaciones, se extendían hacia ambos lados del lobby bordeando la playa, agrupadas en pequeños condominios.

Desayunando en el hotel

Mientras desayunábamos esa mañana observé que la mesa de al lado estaba vacía, ni las sillas tenía. Le pregunté al mozo por qué no armaban esa mesa y me contestó que era porque los cocos de la palmera ya estaban maduros y en cualquier momento se podía caer uno. Le pregunté entonces si no era preferible cortarlos, a lo que me respondió que lo mejor era esperar a que se caigan solos. Puro respeto por la naturaleza, igualmente mesas sobraban y nadie se quedó sin su desayuno.

Después del increíble desayuno, un chapuzón.

En el agua

En el agua

La rompiente que puede apreciarse mar adentro se debe a un arrecife coralino que hace de escollera natural en toda la playa y se extiende por varios kilómetros. La consecuencia directa es que la playa es mansa y sin olas, solo un pequeño rizo llega a la orilla. El agua es absolutamente transparente y tibia, y pueden verse pequeños pececitos nadando junto a uno. Esta situación se repite en casi todo el perímetro costero y le confiere a Mauricio el mote de “isla Playa”.

Las amenities del hotel incluían un paseo en una embarcación con fondo de vidrio para apreciar la fauna del arrecife de coral. El barquito se desplaza lentamente y la ventana al fondo marino permite disfrutar de un festival de formas y colores de una belleza inigualable. Durante el paseo me di cuenta de las limitaciones de mi cámara Voigtländer, porque al ser automática no podía evitar que enfoque el vidrio bajo mis pies y por consecuencia quede fuera de foco el espectacular lecho marino, que está unos metros más abajo. En las fotos no se aprecia ni siquiera la profundidad del fondo, a ojo desnudo la transparencia del agua permitía ver el lecho con toda nitidez.

Corales en el fondo marino

Más corales

Los días se sucedían plácidamente, la única preocupación era tener una malla en condiciones para ir a la playa, y la mayor expectativa estaba dada por la cartelera ubicada en el lobby, que día a día anunciaba los distintos eventos que se desarrollaban en el hotel. Nuestras cavilaciones consistían en dilucidar en qué salón comedor íbamos a cenar, y el tema podía llegar a ocuparnos gran parte del día. La estadía fue una desconexión total, hay que tener en cuenta que todavía no había llegado la revolución en las comunicaciones de la mano de internet, que a pesar de tener tv en el cuarto la programación estaba orientada a un público eminentemente europeo, que la telefonía celular era incipiente y que la costumbre era hacer un llamado por semana (a lo sumo) para saludar y chequear que todo estuviera bien.

Recorrer el hotel era una excursión en sí misma. Su diseño se adaptaba perfectamente al entorno y lograba su objetivo: poner ese pequeño mundo a disposición del huésped. Todo estaba estudiado y cuidado en función del turista residente.

Vista desde la habitación

En un gesto de caballerosidad, le llevo el prendedor de cabello a Silvia para que no se le pierda.

Todo un  caballero

La ornamentación del hotel estaba basada en fauna autóctona, impecablemente mantenida para que luzca en todo su esplendor.

Rosa china en flor

Más flores

Como amantes del peligro y las actividades de riesgo, hicimos uso de todos los tipos de embarcaciones que había disponibles en la playa.

Máxima adrenalina

Luego de semejante demostración de destreza y coraje, nada mejor que reponer fuerzas degustando suculentos frutos de mar.

Almorzando langosta en la playa

Al cabo de varios días de solaz y descanso, podía apreciarse el saludable bronceado que habíamos logrado

Cenando en la playa, al borde del mar

La única salida que hicimos del paraíso fue para conocer un islote llamado Ile aux Cerfs (Isla de los Ciervos), al que llegamos por agua, en una breve navegación sin salir del arrecife de coral.

En el lugar había una reserva de tortugas gigantes, especie nativa caracterizada por su tamaño y longevidad, y de la que quedaban pocos ejemplares. Quizás esta reserva de tortugas simbolice la lección aprendida con el dodo, especie autóctona y singular de pájaro que habitaba la isla hasta la llegada del hombre blanco. El nombre “dodo” es de origen portugués y significa “tonto”, aludiendo al comportamiento de estos animales. Hacia fines del siglo XVII la especie había sido exterminada por los pobladores, ayudados por los mismos animales domésticos que ellos habían introducido en la isla.

Tortugas gigantes

El islote resultó ser otro paraíso, mas agreste pero igual de placentero.

Chapuzón en Ile aux Cerfs

Así como en las costas de Brasil la arena se encuentra con la mata, en Mauricio los bosques de palmeras y casuarinas llegan hasta la playa y crean espacios de arena donde se puede estar a la sombra. Como la temperatura es muy estable a lo largo de todo el día, en estos espacios se colocan mesas para almorzar en la playa, entre la arboleda. También sucede que los hoteles parquizan una parte de su playa plantando palmeras para lograr el mismo efecto.

A la hora de almorzar, nos ubicamos en una palapa rodeada de palmeras cocotero

Palmeras y casuarinas bordean la playa

Los nativos, acostumbrados al entorno, buceaban en los arrecifes simplemente conteniendo la respiración, en busca de suvenires que luego ofrecían a los turistas por unas monedas.

De recuerdo, un coral con incrustaciones

Y se terminó, dicen que lo bueno pasa pronto, no quedó otra que volver al yugo.

 

Cícladas

Lanzarote – parte 2

2 comentarios:

  1. Recuerdo el motivo de nuestras preocupaciones durante nuestra estadía en la isla ... ¿qué podemos comer hoy? ... Todo estaba al servicio del descanso y del disfrute. Los empleados del hotel eran muy atentos. En general hablaban francés, pero cuando advertían que no era tu idioma, rápidamente intentaban comunicarse en inglés y hasta alguna palabra o frase en español: argentinos, Maradona!!!

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  2. Qué isla de ensueño! Todo un paraíso! El hotel de película, el entorno natural de maravilla, los placeres del desayuno y la cena, la playa de finas arenas y rodeada por los hermosos árboles, y el arrecife de coral con su deslumbrante lecho marino! Qué más pedir para culminar un viaje de película con la visita a semejante belleza de isla!

    Enrique

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Hola, agradeceré tus comentarios.
Ten paciencia, los mismos no se muestran inmediatamente...