Más vale maña que fuerza dice el dicho, y se puede aplicar perfectamente a las vacaciones de invierno de 2013: queríamos conocer Grecia y sus famosas islas pero lo hicimos vía Estambul, porque los vuelos de Turkish Airlines resultaban mucho más convenientes y nos acercaban más a Atenas que los clásicos destinos de Europa como Madrid, Roma o París. Y digo Estambul y no Turquía porque no nos daban los días para recorrer también ese país. Entonces, resignando destinos como Capadocia o los travertinos de Pamukkale, le reservamos cinco días a la capital turca y dejamos todo el resto de nuestro tiempo disponible para centrarnos en la cuna de la civilización occidental.
Frisos del Teatro de Dionisio, al pie de la Acrópolis
Párrafo aparte los viajes de ida y vuelta por Turkish Airlines, que para esos años estaba considerada como una de las tres mejores aerolíneas del mundo. La elección fue un acierto, sobre todo pensando en que cada vuelo duró unas 17 horas contando una escala en San Pablo. Viajamos en clase turista pero los asientos eran muy cómodos y estaban un poco más separados entre sí de lo que habitualmente se ve en esta clase, lo que logró que esas travesías fueran mucho más confortables. La atención a bordo era muy buena también, se sirvieron buenos platos y la cocina y el bar permanecieron abiertos durante todo el trayecto.
Volviendo al viaje en sí, no puedo dejar de mencionar que la estadía en Estambul fue digna de las Mil y Una Noches. Tan solo voy a compartir una foto de la Gran Mezquita Azul, cercana al Palacio Topkapi en el Sultanahmet, el barrio en donde nos alojamos y que ocupa el lugar de la antigua Constantinopla desde el año 1453, cuando cae el Imperio Romano de Oriente a manos del Sultán Mehmed II Fatih. La mezquita, construida a principios del S XVII durante el imperio del Sultán Ahmed I, fue inaugurada en 1616 y sus seis minaretes fueron motivo de controversia porque igualaba en número a la mezquita de la Kaaba (La Meca). El conflicto fue zanjado oportunamente por el sultán con la adición de un séptimo minarete en La Meca, tan importante resulta ser el tema de la cantidad de minaretes que tiene cada mezquita.
La Gran Mezquita Azul
De Turquía volamos a Grecia, para inicialmente pasar unos días en Atenas. La intención era conocer la Acrópolis (el “castillo” de Atenas, con su célebre Partenón) y recorrer un poco la capital, que se parece a un museo al aire libre por la cantidad de ruinas y sitios históricos que presenta, solo equiparable en ese aspecto a Roma.
El Partenón de Atenas
La estadía alcanzó para hacer un crucero de un día por Idra, Poros y Egina, islas del Golfo de Saronia, casi frente a la capital Atenas.
Crucero de un día por el Golfo Sarónico
Pero el plato fuerte del viaje eran otras islas: había que alejarse del continente y surcar el Mar Egeo para arribar a las más famosas islas griegas: Mikonos y Santorini, pertenecientes a un grupo conocido como las Cícladas. La primera opción en que uno piensa es el viaje en crucero, pero siempre consideré que los cruceros terminan siendo una especie de fin en sí mismo, porque la nave tienen tantos atractivos propios y por contraposición las visitas son tan incómodas y acotadas en el tiempo que uno termina quedándose a bordo, y entonces da lo mismo estar en el Mar Egeo o en el Río de la Plata (esto lo pudimos constatar en el crucerito de un día por el Golfo Sarónico, la estadía en cada isla solo daba como para alcanzar una meta y volver a embarcar). Como contraparte, considero que habitar aunque sea por pocos días un determinado destino permite tomarle el pulso al lugar, asomarse mínimamente a sus costumbres y transitarlo a otro ritmo. Quizás cuando cuente con algunos años más –pandemia mediante- reconsidere la opción del viaje en crucero.
Típico crucero en el Mar Egeo frente a la isla Nea Kameni
Descartados los cruceros, se presentaba un problema para esta travesía por el Mar Egeo: los paquetes armados para conocer las islas Cícladas eran muy caros y no nos satisfacían, no justificaban la erogación con su propuesta. Investigando por nuestra cuenta, fuimos diagramando el recorrido nosotros mismos (al punto de agregar una tercera isla) y fuimos contratando hoteles y ferrys por internet, tarea que pudo parecer difícil en un principio pero que bien mereció la pena dedicarle el esfuerzo. Así logramos armar un “paquete” a nuestro gusto, sin imposiciones y con un ahorro significativo respecto de las ofertas estándar.
Como resultado de todo esto, definimos un viaje en redondo, todo en ferry, partiendo y llegando a Atenas, para conocer Mikonos, Naxos y Santorini. La intensidad de esta travesía y las bellezas que fuimos conociendo ameritan que le dedique distintas entradas a cada isla.
Mikonos →
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El crucerito por las islas sarónicas, fue un hermoso anticipo de lo que íbamos a conocer. Recuerdo especialmente la isla de Idra o Hydra, un pequeño territorio libre de autos, y abundante en belleza natural!!
ResponderEliminarDos destinos inigualables! Turquía y Grecia, Estambul y Atenas, La Mezquita Azul y el Partenón! Las fotos hablan por sí solas!
ResponderEliminarGracias a Uds. y este maravilloso viaje, nosotros nos decidimos y, con la valiosísima ayuda de Silvita, emprendimos un derrotero similar.
Comparto el elogio al servicio de Turkish Airlines, realmente excelente.
Me preparo para revivir aquellos mágicos momentos!
Enrique