viernes, 5 de agosto de 2022

Los Molinos de Jáchal


Estamos en nuestro nuevo destino: Jáchal, que resultó ser una ciudad pintoresca y tranquila, con una plaza modernizada que es su centro neurálgico pero que no llega a ocultar la atmósfera pueblerina y distendida de la localidad. Si bien decidimos agregar esta parada para dividir en dos tramos el trayecto de Barrial a Ischigualasto, uno de los motivos que nos decidieron por Jáchal fue la presencia de los centenarios molinos harineros que conocimos gracias al Curso “Patrimonio Arquitectónico Argentino II” dictado por la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos durante el año 2021. Nuevamente quisiera agradecer a la Comisión Nacional por brindar una mirada distinta de nuestro acervo, a través del rescate de singulares piezas del patrimonio nacional.

 

En estas instancias considero necesario hacer una digresión: cuando escuchamos hablar de molinos, supongo que invariablemente se nos representa la figura del Quijote arremetiendo contra las enormes aspas movidas por el viento. Por ello quiero aclarar que estos molinos harineros son hidráulicos, no tienen aspas sino una noria, una enorme rueda con paletas o cangilones, que gira impulsada por la corriente de un río o de un canal, cuyo caudal está controlado por una compuerta.

 

Noria del Molino de Huaco

 

Cabe acotar que esta industria de la harina precede y es antecedente de la que se desarrolló en la gran pampa bonaerense, y en su momento proveía de harina, pan y otros subproductos al Virreinato, porque era anterior al movimiento independentista. La buena adaptación del trigo a esta tierra desértica, se debió a la visión de aquellos antiguos emprendedores que supieron manejar el agua y las nuevas (para la época) tecnologías, creando por un lado, complejos sistemas de regadío, los que a su vez impulsaban a los sofisticados molinos. Estos contaban con piezas importadas del viejo continente, o en su defecto eran armados con mecanismos inspirados en los evolucionados molinos europeos.

 

Plano de un molino de viento holandés de 1781 (Molino de Reyes)

 

Por otra parte, si bien existen en nuestro territorio otros molinos que pueden competir en antigüedad con estos, no pueden compararse en cuanto a tamaño y sofisticación.

Una buena medida de su productividad está dada por el tamaño de las ruedas de piedra que se encargan de moler el grano: en estas máquinas superan holgadamente el metro de diámetro, y cuentan con un espesor de más de veinte centímetros, lo que obliga a contar con un guinche para su eventual desplazamiento en caso de reparación o reemplazo.

 


Por ejemplo, la piedra de molino de la imagen está sunchada, porque no se trata de una sola pieza sino de “porciones” radiales talladas para que encajen entre sí. No quiero imaginarme el peso del conjunto armado.

 

 

 


Piedra de molino sunchada (Molino de Huaco)

 

En otro orden de cosas, lejos de limitarse a la simple molienda, estas verdaderas fábricas contaban con tolvas y cernidores que permitían separar los subproductos de la semilla molida, automatizando el ancestral proceso de discriminación entre harinas, harinillas, afrecho y semita o afrechillo. También la carga del grano estaba automatizada, ya que se descargaba a ras del suelo y ascendía a las tolvas por medio de una cinta transportadora o de cangilones, y digamos además que se procedía al fraccionamiento y envasado en bolsas de los productos obtenidos, para su traslado y comercialización.

 

Cernidora del Molino de Reyes

 

A todo el proceso y la infraestructura necesaria para el mismo (taller de carpintería, herrería, y otros menesteres que generalmente estaban en edificios contiguos), debemos agregarle que la demanda de los servicios del molino era tal, que llevaba a sus dueños a entregar turnos a los carros y chatas que traían su mercancía. La espera podía llevar horas y a veces días, para lo cual los clientes contaban con un patio interior o “patio de carros” donde eventualmente se servían comidas y se atendían las necesidades de la clientela. Una verdadera planta de procesado, un embrión de complejo industrial en donde alguien podía traer su materia prima y llevarse productos con alto valor agregado.

 

Patio de carretas (Molino de García)

 

Con estas ideas en mente, haciendo centro en Jáchal nos propusimos conocer algunos de los hitos que marcaron la historia de este rincón de Cuyo.

La hoja de ruta indicaba salir de la ciudad hacia el norte, para tomar la RP456 que nos iba a acercar a los Molinos del Alto o de García y del Bajo o de Reyes, para luego conectar con la RP49 y perderse entre los cerros que enmarcan el Embalse Los Cauquenes, rumbo a Huaco.

 

Inesperadamente, casi sigilosamente, en nuestro periplo se vuelve a colar la figura de Buenaventura Luna, quien quizás mejor haya sabido describir este retazo de tierra cuyana. Basta repasar la delicada mirada del autor de “Vallecito”: “Te canto Vallecito por recordar / tus verdes alfalfares, mi huerto en flor / el oro de tus trigos, el manantial / y la lejana estrella que él reflejó”.

Para quien quiera deleitarse con la versión de la Negra Sosa, dejo un enlace: <enlace>

 

Molinosdel Alto y del Bajo

Camino a Jáchal

 

2 comentarios:

  1. Sigo atentamente el blog de Luis y es una espectacular guia
    no conozco San Juan, ahora tengo ganas realmente
    la mesa quedó tendida para un hermoso banquese turístico que seguirè disfrutando
    gracias hermano
    Osvaldo

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  2. Ay, qué ganas de estar mañana a la mañana en una pequeña ciudad como Jáchal, tomando un café con leche en "la" confitería del pueblo!
    Impactante el tema de estos molinos, qué importantes! Muy buena tu descripción!
    Me imagino el "Patio de carretas" del Molino de García en su apogeo!
    Qué broche de oro el "Vallecito" cantado por Mercedes Sosa, una belleza!

    Enrique

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