viernes, 8 de septiembre de 2023

Última vuelta

Día 9 – 27 de enero

Una última vueltita por el centro cívico y la playa, con las valijas ya hechas. El muelle tiene en su extremo un mirador con bancos, sabia decisión, porque la vista del lago es digna de contemplación sin apuro.

 

El lago desde el muelle

Cómo no entender a los antiguos pobladores, si ante semejante espectáculo dejaban volar su imaginación y la emoción los hacía sentir más cerca de sus ancestros y sus dioses.

 

La Chalupa de las ánimas del lago Lacar

Recopilado por Bertha Koessler, 1962. Narrado por Ñancupán.

Parecía que iba a ser un día nublado, pero cuando me fui a eso del mediodía al Lacar, para ver mis majadas, que pastaban cerca del peñasco llamado Bandurria, el sol se había comido la neblina, había iluminado todo. Como aceite se veía el agua, que se movía suavecito. En el cielo no se veían nubes grises, ni oscuras, ni "plumitas" de color se veían. Cuando miré otra vez el vallecito que está a la derecha de la Bandurria, vi que algunos de mis animales miraban furiosos hacia el lago. Y allí fue que vi el "palo", el árbol de los espíritus que es el lago. Pero a mí no me parecía árbol, sino una barca, que tenía dos palos y clarito se veían los hombres que remaban.

Pesada andaba, despacio, no tenía nada de raro, cualquiera podía ver que iba hacia el Sur. Cuando yo, contento, le hice señas, ni me miraron; parecía que descansaban no más, sin hacer ruido casi y miraban alrededor sin preocuparse. Yo sabía que en el lago no hay barcas, solamente una que otra canoa. Conocía las barcas, que una vez, cuando fui en un malón que hicimos en Bahía Blanca, vi muchas cosas nuevas y también estas barcas. Y lo que me parecía ya tan antiguo resultó de repente muy cerca: una barca en el Lacar. Relucía todo, parecía que la barca se agrandaba y que quería subirse en el aire, igual que una nube clarita. Grité y le hice señas. Hice ondear mi trarulonko (vincha que se coloca en la frente) entre los arbustos. Me parecía conocer las caras de la gente que movían los remos todos igual. Eran caras satisfechas, tranquilas, que saludaban al sol. Tan cerca estaban ellos, que el ruido de los remos lo escuchaba lo mas bien. Todo ahí era luz: alegre era eso. Tuve como un escalofrío y quería estar con los amigos. Quería correr hasta la playa. Una barca de los espíritus sería; serían los antiguos que se atrevían a andar en pleno día y sin viento. Pero todavía quise esperar a ver que iba a hacer la barca, ¿seguiría para el Sur? Entonces parecía que querían dar vuelta. Pero al contrario remaban para el centro del lago, donde se había ido formando una mancha oscura, azul, alrededor.

La mancha se hacía más grande y la mancha se achicaba. De repente, cambió todo: los que remaban se volvieron gaviotas. Volaban en círculo como para orientarse y al fin decidieron nadar. Mucho rato todavía se veían sus alas y se escuchaban sus risas ju, ju, ju. El espíritu de los antepasados, se volvió un gran ketru (pato). Chapoteaba fuerte; haciendo mucho ruido nadaba y dejó una mancha espumosa detrás, que se veía como un trarulonko que flotaba en el lago. La barca se había vuelto un tronco de leña, y el tronco se deshizo en pedacitos grandes y chicos. Sobre el agua flotaban y se hundieron al rato, después. Fuerte estaba la luz del sol. Nada se oscurecía con sombra. La barca se había ido para siempre y yo estaba seguro de haber visto un " cambio". Uno de esos de que hablan en la tribu desde antiguo, desde muchísimo tiempo atrás. De los cambios que cuentan los viejos, como hablan del uampú (canoa de madera hecha de un tronco ahuecado). Como no voy a creer en el " tronco" que muchos lo han visto. Nguluches (mapuches chilenos -ngulu "oeste" y che "gente"), que hay que creerles, chilenos, que saben muy bien que es un uampú. A veces aparece como cacique y hasta muestra el hacha de mando. También sabe cabalgar sobre una inmensa raíz, que hace pedazos lo que se le pone por delante en las noches de tormenta.

Todo eso significa desgracia, hay que cuidarse.

El "tronco" o " cacique", saben llamarlo, no es tan rico y poderoso como Shoompallué (ser mitológico que vive en el agua, rapta a las jóvenes y se las lleva a su reino submarino). Este sí es poderoso, este tiene en el fondo del lago casas y vasijas de oro y las mujeres más lindas. Los viejos cuentan que vivía solo en la ciudad que está hundida en el lago. La ciudad que desapareció, que por eso se llama Lacar el lago, quiere decir la ciudad muerta. Así que él está viviendo en la ciudad, mientras que el " tronco" o " cacique", anda siempre sobre el agua. Pude cambiarse en lo que más le guste, no hace nada malo, al revés que Shoompallué, que a veces no es bueno. Ahora claro que el "tronco" mata, cuando lo hacen enojar. Le gusta remar contra la corriente y contra el viento, porque es muy fuerte. Su uampú es más grande y más pesado que otros, pero muchas veces se deja ver como tronco de árbol y no como canoa.

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Quizás haya dejado este relato para el final, porque ese encuentro con los ancestros en cierta medida refleja la tristeza del adiós, el final de la aventura. Fue una semana intensa, de las que me gustan a mí, andando mucho y descubriendo mucho más aún. Durante unos días, habitamos en esa parte de la Patagonia que se recuesta sobre la Cordillera entre lagos y bosques de coihue, que sabe de los vecinos allende las montañas, y que supo perdurar en el rigor de un clima hostil. Donde no falta el agua dulce, que invitó al sedentarismo agricultor, a diferencia de la nómade estepa.

 

Amarras

Una última acotación sobre los pobladores originarios de la araucania, que pone de manifiesto otro rasgo de su cosmogonía: este pueblo tiene su particular concepto de minería, porque le otorga un alto valor a las piedras, pero se trata de un valor místico, más bien un poder. Las “machis” de la tribu (viejas sabias asimilables a una curandera) conocen y utilizan ese poder según su necesidad: una calcanura, por ejemplo, es una piedra en forma de disco que en manos de la machi puede hacer buena una cosecha; el pimutuhue es la piedra de la adivinación; o la temible katari kura, una piedra agujereada que le permite arrojar el mal sobre una persona con un simple soplido. Dentro de sus recursos destaca el kultrún, un tamborcito hemisférico con inscripciones en su parche. El kultrún puede alojar algunas llancas, pequeñas piedras de mineral de cobre de un color verde azulado, que al batir el parche le dan al instrumento una sonoridad particular, con la finalidad de favorecer el trance de la machi.

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En lo relativo al viaje, solo quedaba cargar el auto con las valijas y enfilar para el aeropuerto, ya que habíamos arreglado devolver el vehículo allí. A diferencia de la ida, el vuelo de regreso fue tranquilo, y a la tardecita ya estábamos de vuelta en casa.

 

Cartografía

Playa de Yuco

1 comentario:

  1. hola Luis muy bueno el blog siempre abundante de datos y fotos
    una pregunta: cuando ponemos una agencia de turismo ? podria llamarse LUISTUR
    Abrazo de hermano
    Ova

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