lunes, 8 de junio de 2020

Dia 4

Día 4 (5/1/19)

Esquel – La Trochita, Trevelin

Llegamos temprano a la estación Esquel, porque todo el entorno y los prolegómenos del viaje en tren hasta la estación Nahuelpan son tan importantes como el viaje en sí. Empezando por la propia estación, que está conservada como en sus tiempos de plena vigencia y cuenta con un museo ferroviario que relata un poco de la historia del pueblo, y siguiendo con las maniobras de la vieja locomotora a vapor que queda enganchada a la formación y se puede abordar antes de emprender el recorrido.





Otra vez faltó el fotógrafo!


En esta ocasión pude observar el trabajo de apoyo logístico que asiste a la formación en su recorrido, porque una camioneta se adelanta al paso del tren en los cruces con la RN40 y la RP259. Los autos se detienen y la gente baja a saludar el paso del antiguo convoy, y los saludos se retribuyen desde las ventanillas de los vagones de madera.

La travesía se matizó con una mateada, mientras algún vendedor ofrecía su mercancía y sonaba una guitarra acompañada de voces de la zona. No podían faltar las fotos en “el rulo” que los guardias anticipan avisando que el tren disminuye la velocidad para que nadie se quede sin su recuerdo. Me resultó más sencillo la vez anterior tomar buenas fotos con una cámara pocket, sacando mi brazo por la ventanilla; en esta ocasión, la Nikon réflex que me acompaña desde hace un tiempo (y también algunos añitos más sobre el lomo…) no dieron el mismo resultado que antaño.


Pensando en tener revancha a la vuelta con las fotografías, llegamos a la estación Nahuelpan, con su feria de artesanías y sus puestos de comida, su museo y la vuelta en redondo para invertir la locomotora y engancharla del otro extremo a la formación. Siempre llamó mi atención en estos casos, que no se prefiera dar la vuelta con toda la formación y así evitar la maniobra de desenganche y vuelta a enganchar, pero no tuve oportunidad de preguntar por qué se elige proceder de esta manera.


Recorrimos las artesanías, picamos unas tortas fritas recién hechas, husmeamos el museo y nos tomamos todo el sol de un mediodía espléndido entre montañas. Ya de regreso, el buen arte de un cantor de canciones infantiles en lengua nativa hizo olvidar el entorno y apuró la llegada.

Compramos unas hamburguesas y un poco de queso en La Anónima, y el almuerzo breve y tardío dejó paso rápidamente al viaje a Trevelin para degustar su típico té galés.


La plaza central y su feria de artesanías nos permitieron apreciar cuánto había crecido el pueblo desde nuestra anterior visita. Esta vea recorrimos un poco en auto y otro poco a pie antes de sentarnos a merendar, y conocimos algunos rincones interesantes, como el Molino Andes y la Capilla Bethel.




Ubiqué la casa de té Naim Maggie, donde merendamos la vez pasada, pero en esta ocasión decidimos probar en La Mutisia, que cuenta además con un mini museo. Debo admitir que el recuerdo de la anterior experiencia fue superior a ésta, pero igual nos llevamos las porciones que no llegamos a consumir.


Volvimos entrada la noche, con la panza llena y la satisfacción del reencuentro con esta comarca de inmigrantes galeses.

Dia 3

Dia 5

1 comentario:

  1. Otro día inolvidable! La emblemática locomotora, las estaciones, las tortas fritas...
    Y qué panzada en la casa de té de Trevelin, pueblo encantador!

    Enrique

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