La luna anda en bicicleta con los molinos de Mikonos
Es por cierto la más glamorosa de las Cícladas, y su fama está ampliamente justificada. La icónica postal de los molinos de viento que contemplan todos los atardeceres frente a las casas pintadas de blanco de Pequeña Venecia, es la mejor referencia para nuestro primer destino en este mar increíble, que tiene por costumbre despedir al sol entre una leve bruma.
Paramos en el hotel Giannoulaki, a mitad de camino entre Chora, la capital, y las playas del sur de la isla. Nuestra rutina se limitaba a caminar los escasos 2 kilómetros que nos separaban de la ciudad o esperar al bus que pasaba cada media hora. El primer día, por supuesto, las ganas pudieron más que la espera y nos lanzamos a caminar por el borde de la ruta, que era estrecha y no tenía vereda, pero los autos pasaban demasiado cerca y en adelante preferimos no repetir la experiencia pedestre y esperar el bus. Una vez en la ciudad ese primer día, por una calle que bajaba al mar llegamos a la plaza Alefkandra, y de repente ya no daban ganas de irse de allí. Girando nuestras cabezas, la hilera de molinos nos indicaba que en las elegantes mesitas alineadas al borde de la playa pedregosa se podían contemplar “esos” atardeceres.
Los Kato Milli (Molinos de Abajo) están alineados sobre una colina y ya no funcionan, son parte del paisaje y del acervo de la isla, al punto de que en uno de ellos funciona un museo. En otras épocas, en que la isla era parada obligada en el tránsito marítimo entre Venecia y el Asia Menor, tenían gran importancia para la economía local porque producían harina a partir del cereal que traían los barcos que cubrían esa ruta. El pan elaborado con esa harina servía tanto para acopio en los mismos barcos que continuaban viaje, como para consumo local. Hay más molinos diseminados por toda la isla, pero este conjunto es emblemático.
El barrio de Alefkandra, que incluye la plaza homónima, se extiende hacia nuestra derecha por toda esa porción de costa y al conjunto de casas que se levantan frente al mar se lo conoce como Pequeña Venecia, porque las construcciones aparentan estar sobre el agua. Estas casas datan del siglo XVIII y fueron construidas por una incipiente burguesía que floreció como producto del comercio marítimo. Si bien hoy en día se han reconvertido en elegantes bares y restaurantes en donde se puede tomar una copa sentado en sus balcones de madera con vista al mar, hay toda una historia detrás que cuenta que eran utilizadas para ocultar botines piratas, porque todas las casas cuentan con depósitos en la planta inferior, a los que se puede acceder directamente desde el agua por medio de discretas puertas en sus muros exteriores.
Pequeña Venecia en el atardecer
El sol va descendiendo para deleite de todos los presentes, la gente se empieza a acumular en la plaza y nosotros disfrutamos del privilegiado lugar en el que quedamos un poco de casualidad, porque simplemente estábamos ahí desde hacía un rato. En poco tiempo, el sol acaricia la superficie del agua, allá en el horizonte, y sus últimos resplandores se reflejan aquí, cerca de nuestros pies, en las piedras de la playa.
Mirando al Poniente
El cielo va perdiendo su natural diafanidad, la brisa marina se torna más fresca y a nuestras espaldas se empiezan a encender las luces de la plaza. El momento tiene su magia, la gente habla en voz baja o directamente contempla el espectáculo en silencio. Pequeña Venecia queda en sombras, salvo el reflejo postrero del sol que se confunde con las primeras luces que van apareciendo en sus coquetos balcones.
Pequeña Venecia en el crepúsculo
Y cuando el astro rey por fin desaparece en el horizonte, la sorpresa casi conmovedora del espontáneo aplauso al que nos sumamos para celebrar y agradecerle a la naturaleza tamaño espectáculo. Crepúsculo en las islas del Egeo, un acontecimiento único.
Continuamos nuestra marcha hacia el casco histórico de la ciudad. Los autos quedaron atrás una vez que ingresamos al centro, porque éste está completamente peatonalizado. La capital Chora (o Jora) se desarrolló en torno al castillo medieval de Kástro y actualmente se extiende hasta el antiguo puerto.
Rostros felices
Era muy difícil apartar a las
damas de los incontables escaparates que pueblan las calles de Chora, a cada
vuelta de esquina en esas veredas serpenteantes aparecían nuevas y originales
tiendas con su mercancía impecablemente presentada. El casco histórico está
escrupulosamente cuidado y mantenido, todo luce limpio y prolijo, daba gusto pasear
o sentarse a tomar algo. Puedo decir que la calle Matogianni, la más comercial
de la ciudad, la recorrimos al menos una vez todos los días.
A espaldas del barrio de Alefkandra y abarcando la breve península de Chora, allí donde los antiguos venecianos que colonizaron la isla construyeron un castillo, se extiende el barrio de Kástro, el más antiguo de la ciudad. Una de las singularidades de este barrio es la iglesia ortodoxa de Panagia Paraportiani (Nuestra Señora de las Puertas) en el extremo de la península de Chora. La construcción se trata en realidad de un conjunto de cinco iglesias que data del siglo XVII.
Iglesia ortodoxa de Panagia Paraportiani (Nuestra Señora de las Puertas) y detalle de la cúpula y campanario
Mikonos es también sol y playa, con un montón de balnearios para elegir, desde los populares Paradise y Super Paradise, probablemente los más conocidos de la isla, pasando por Psarou, frecuentado por celebridades y por ende carísimo, hasta las recónditas arenas de Agrari o Lia, tranquilas y despobladas pero de difícil acceso si no se cuenta con vehículo propio. Hay algunas playas orientadas al público gay, quizás la más conocida sea Elia, por su ambiente sofisticado y naturista. En muchas otras playas se puede practicar naturismo, generalmente en algún extremo apartado del bullicio y no muy expuesto. Para nuestro día de playa tomamos el bus en dirección contraria a Choros y nos dirigimos a Platis Gialos, un paraíso de aguas cristalinas y arena blanca en el sur de la isla.
La playa de Platis Gialos
Era un día sin nubes y el sol apretaba bastante, buscamos una reposera de las pocas que quedaban disponibles y nos instalamos. Le pregunté al chico que nos acomodó si siempre se llenaba así y me contestó con una sonrisa que tuviera un poco de paciencia, que después del almuerzo se iban “los del crucero”, señalando un paquebote anclado en la bahía. Efectivamente, mientras nos acomodábamos y disfrutábamos del primer chapuzón, observamos cómo todos los que tenían el mismo bolsito azul apuraban su almuerzo para reunirse con la guía que empuñaba un altavoz. Cuando mamá gallina contó a todos sus pollitos, embarcaron con rumbo a la gran nave y disminuyó sensiblemente el gentío. Era momento de nuestro tranquilo almuerzo.
Desde las reposeras
Estábamos en la segunda fila de reposeras y dudé en pasarnos a la primera, pero aquí teníamos más sombra y lo dejamos así.
Estiramos la tarde y nos fuimos con las últimas luces, mientras se notaba que iba llegando más juventud. Mientras hay sol se disfruta de la playa en un ambiente tranquilo y familiar, pero apenas empiezan a alargarse las sombras se arma la fiesta y se baila hasta el amanecer. Nosotros volvimos al hotel para cambiarnos y hacer nuestra habitual caminata por el centro de Chora.
Otro día visitamos la vecina y deshabitada isla de Delos, que fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y que posee uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de Grecia.
Luli en el pórtico del Templo de Delos, dedicado al dios Apolo
Es en esta isla en donde la leyenda más famosa de la mitología griega ubica el nacimiento de los gemelos Apolo y Artemisa, hijos del dios Zeus, frutos de su unión con Hera. Históricamente, la isla fue elegida por Atenas como sede de la Liga de Delos, en contraposición a la Liga del Peloponeso encabezada por Esparta.
En épocas pretéritas, los peregrinos arribaban a Delos para visitar el Santuario de Apolo y hacer ofrendas a su dios. La isla fue dominada a lo largo de los siglos por diversas naciones: Atenas, Siria, Egipto, Roma, nuevamente Atenas. Del período de dominación romana queda la llamada Terraza de los Leones, tallados en mármol, alineados a ambos lados de la Vía Sacra.
Terraza de los Leones
El punto más alto de la isla es el monte Cynthus, que sobrepasa los 100 MSNM y al que se puede acceder por una huella que recorre otros monumentos y ruinas. Pero llegar a la cima del Cynthus tiene otro aliciente: la vista de la costa con el puerto y la isla de Rinia enfrente, en un día calmo y con el mar completamente planchado.
Vista de Rinia desde el monte Cynthus
Quedaba desandar el camino hasta el puerto y abordar la embarcación que nos trajo, para regresar a Mikonos a tiempo para el almuerzo.
Esa tarde volvimos a pasear por Chora, y bordeando el puerto antiguo nos alejamos del centro hacia el norte en dirección al puerto nuevo, en donde amarran los ferrys y los cruceros de gran porte. Desde lejos tuvimos otra visión de la capital de la isla:
En el trayecto de regreso a la ciudad, pude identificar a lo lejos la iglesia ortodoxa de Panagia Paraportiani en la península de Chora y detrás los Kato Milli asomándose por encima de los techos.
Península de Chora, a la izquierda se divisan los molinos de abajo
Nadie se salva del imperdible paseo por Matogianni, para delicia de mis acompañantes.
De compras
El cielo despejado permitía ver la luna en pleno día.
¿Quién necesita encender el farol con semejante luna?
El tiempo discurre de otra manera cuando se vacaciona, paseando por la ciudad se iba yendo la tarde. No importa en qué parte de la isla uno esté, siempre puede asomarse y mirar al poniente para capturar un momento mágico.
Decidimos esperar el crepúsculo desde otro lugar, en esta ocasión y mientras las sombras se iban estirando, elegimos el puerto antiguo con su pintoresca iglesia.
La iglesia del puerto antiguo
A nuestras espaldas seguía un poco la costanera y como no podía ser de otra manera los bares poblaban el lugar. JackieO’ y Babylon son conocidos por su ambiente gay.
Bares
Volviendo sobre nuestros pasos, busqué una ubicación que me permita ver al sol ponerse detrás de la iglesia, fue cuestión de esperar unos minutos, espero que les guste porque siento que fue la mejor despedida de podía darme esta hermosa isla.
Puesta del sol en el puerto antiguo
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Espectacular, en que año es la visita?. en que estación.? cuanto tiempo estuviste?
ResponderEliminarUn abrazo.
Qué belleza, por favor!!! Los emblemáticos "molinos de viento" de Pequeña Venecia, los impagables atardeceres, las míticas aguas del Mar Egeo, la algarabía de Chora, esos barcitos costeros... Todo inolvidable!
ResponderEliminarQué excelentes fotos!!!
Enrique
Otro encanto de la isla: perderse indefectiblemente entre las callecitas de Chora!!
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