jueves, 25 de agosto de 2022

Ischigualasto de noche

 

Si la noche en El Leoncito me maravilló por la cantidad de estrellas que se ven a ojo desnudo, esta noche en Ischigualasto sorprende por la claridad. En rigor, estando ya en el descampado puedo decir que nunca termina de hacerse de noche, la luna llena domina el firmamento con su brillo y el cielo sigue siendo un poco celeste, más claro en el cenit y oscureciéndose en un lento degradé a medida que bajamos la vista. A su vez, al mirar hacia el horizonte, esta relativa oscuridad queda interrumpida en distintos puntos por el resplandor que proviene de las luminarias de los poblados cercanos, como pequeñas auroras diseminadas en derredor.

 

Llegamos temprano, contando con tener cierto margen para comprar algo de comida, pero nos encontramos con una impactante cantidad de autos esperando para ingresar al periplo nocturno al igual que nosotros. Había bastante desorganización, la partida se fue retrasando mientras seguían llegando autos. Calculo que en total habría entre treinta y treinta y cinco vehículos, que si estimamos a razón de un mínimo de dos personas por vehículo, significa alrededor de setenta personas: una enormidad. Y pensar que a la mañana éramos ocho más el guía.

 

Las luces artificiales en el acceso hacen ver el cielo más oscuro

Hacía mucho frío, soplaba viento, pero la demora nos vino bien para poder conseguir algo para picar, porque el único local abierto en el parque estaba desbordado. Compramos unas empanadas que comimos en el auto, mientras esperábamos ya en la cola para ingresar.

 

En la cola esperando ingresar

El recorrido es diferente al diurno, se llega hasta la estación de la Cancha de Bochas con el auto y se hace una vuelta en redondo a pie por lugares que no se visitan de día. Por suerte, al bajar al valle amainó el viento y el frío se hizo más soportable.

 

Iniciamos la travesía con el auto

Previsiblemente, al bajar de los autos (la posta de la cancha de bochas se convirtió en un enorme estacionamiento) quedamos lejos del guía, y al emprender la marcha la fila se fue estirando, fue imposible acercarse.

Si bien es absolutamente necesaria la presencia del guía, se puede caminar perfectamente porque se distingue donde se pisa, las irregularidades del terreno no representan una dificultad, más allá de un mínimo cuidado. El guía es imprescindible porque apenas nos alejamos de los autos, las ondulaciones del terreno hacen que se pierdan todas las referencias, y una vez que estamos a campo través no hay manera de orientarse, salvo por la luna y las estrellas.

 

Resplandor en el horizonte

A medida que los ojos se van acostumbrando a la oscuridad, se empiezan a apreciar los detalles del entorno, y de acuerdo con la orientación de la luna se distingue perfectamente cuales zonas quedan iluminadas y cuáles no.

 

Luz de luna llena

Las geoformas no podían faltar, este hongo tiene unos tres metros de alto. Me hubiese gustado poder quedarme a contemplarlo un rato y jugar con la cámara, pero al parecer todos los presentes tuvieron el mismo deseo que yo… y éramos una multitud.

 

Un hongo como el de El Chiflón

La caminata fue a paso vivo, con un par de paradas intermedias. Yo llevaba mi cámara réflex al cuello y el trípode en la mochila, pero rápidamente entendí que iba a ser muy dificultoso usarlo. No fui el único que llevó trípode, vi a algunos entusiastas armar y desarmar el equipo a los apurones, pero yo no estaba por esa labor. En nuestro caso, las mejores fotos son del celular de Silvia.

 

¿Ese será el Lucero?

Ninguna foto está retocada digitalmente, ni compensada la luz ni ningún otro tipo de edición. Y puedo afirmar que no representan ni la décima parte de lo que se ve a ojo desnudo. La evidente baja calidad tiene más que ver con el apuro, con la premura con que se desarrolló toda la travesía.

 

Apenas se divisan las estrellas

La experiencia tuvo sus peculiaridades, porque uno puede imaginar que un grupo de setenta personas representa un espectro variopinto, una cierta diversidad de gustos y hábitos.

Era esperable la variedad de aromas en el humo, al fin de cuentas estábamos al aire libre, digamos que algunos hicieron su propio viaje. Pero lo que no me esperaba era ver una mascota. Alguien hizo la caminata nocturna con un perro. No sé si el dueño la pasó bien o si pudo aprovechar realmente la experiencia, pero el pobre animal seguro que no: de noche, rodeado de extraños y en un lugar ignoto, estaba previsiblemente inquieto y en un tenso estado de alerta. Todo muy loco.

 

Se puede ver a cierta distancia

En la única ocasión en que pude quedarme treinta segundos quieto sin que nadie se me cruce y sin temor a perderme por quedarme muy atrás, logré apoyar la cámara en un lugar firme y mantener el obturador abierto bastante tiempo. Al ingresar suficiente luz, la foto parece diurna, pero eran más de las diez de la noche.

 

¿es de día o de noche?

Las paradas tampoco se podían aprovechar mucho, el guía esperaba a que lleguen todos (o casi) para empezar a hablar, pero la muchedumbre a veces tenía sus propios planes.

 

Salió movida

Cerca del final del recorrido tuvimos que subir de a uno en fondo, no se terminaba más la cola.

 

Baranda

Como cierre, ya de vuelta a la zona del estacionamiento nos esperaba un refrigero: pinchos de dulce de membrillo y queso (un manjar) acompañados de vino y gaseosas. Pude observar como algunos, al amparo de las tinieblas, aprovecharon para saciar su apetito y su sed desmesuradamente. Cosas de la multitud.

 

Geoformas y estrellas

El circuito está bien pensado, la experiencia es genial, pero tengo que concluir que la cantidad de gente desluce todo, me parece que priva el negocio por encima del servicio.

La vuelta al hotel la encaramos con mucha tranquilidad, avisaron que podía haber animales sueltos en la ruta.

 

Patrimonio Natural de la Humanidad

El Chiflón

 

1 comentario:

  1. Qué linda experiencia, Luis! La describís tan bien que me parece estar allí!
    Impresionante la luz de la luna, cuyo efecto se ve perfecto en una de las fotos, realmente parece de día!
    Infaltables las geoformas, me imagino que de noche -además de las conocidas- se uno debe ver sus propias geoformas!
    Qué loco lo del perro, ay la gente , qué desubicada. Es cierto, a veces la gente -cuando es demasiada- arruina estos momentos tan especiales y únicos.
    Hermoso!!!

    Enrique

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