jueves, 31 de agosto de 2023

El lago Lacar

Día 5 – 23 de enero

Amanece con lluvia, y la vista del lago me evoca la antigua leyenda que narra su origen y el de su nombre (“ciudad muerta” en lengua mapugundún):

 

Leyenda del Lacar (por Javier Rivas)

Vivía en esos lugares, ya hace muchísimo tiempo, una tribu cuyo cacique era de muy malos hábitos. No respetaba las tradiciones recibidas de sus mayores, era cruel y sanguinario, hacía matar o torturar al que le desobedeciese en lo más mínimo. Muchos indígenas de su tribu siguieron sus malos ejemplos y la violencia, las discordias y las malas costumbres se esparcieron por todo el pueblo.

Nguenechén, uno de los seres espirituales Ngen más importantes del pueblo mapuche, decidió borrar de la tierra tanta perversidad. Mandó a su propio hijo disfrazado de mendigo a pedir ayuda al cacique. Éste, en vez de darle lo que pedía, se enojó porque un extranjero anduviera mendigando en sus dominios, e inmediatamente ordenó que lo empalaran, es decir, que lo ensartaran en un palo afilado para matarlo.

Pero ante el asombro de sus verdugos, cuando iban a ejecutar la atroz sentencia, el hijo de su dios se convirtió en arroyo, y rápidamente se alejó a través de la ciudad. Estaban aún con la boca abierta ante ese milagro, cuando escucharon una fuerte voz que gritó desde lo alto: «Tus maldades serán tu propio castigo». En lugar de arrepentirse ante esos acontecimientos, el cacique se enfureció más aún, pero al llegar a su ruca encontró a su propio hijo muerto. Enterados de todo esto los machis, los chamanes mapuche, convocaron a Nguillatún para pedir perdón a Nguenechén y que cesara la inundación, pues una copiosa lluvia se abatió sobre la ciudad desde la desaparición del mendigo e iba a inundar todo el valle.

El cacique, que no era creyente, no sólo se mofó de las ceremonias religiosas, sino que hizo matar a los purrufes (bailarines). También destruyó el rehue (altar), cortando las ramas de canelo – árbol sagrado que preside las ceremonias – y para demostrar más su insolencia, bajó la bandera blanca con la que se pedía que cesara la lluvia e izó una negra; que es para pedir que llueva.

Y así fue como el continuo diluvio hizo crecer el pequeño arroyuelo hasta convertirlo en un gran río y sus aguas arrasaron la ciudad, quedando las casas, animales y personas sepultadas bajo el lago que en ese lugar se formó. El insensato cacique fue condenado a navegar, montado en un tronco, sobre las aguas del lago por toda la eternidad. Aún hoy sigue tan despiadado como entonces y durante las tormentas que suelen producirse en el lago, destruye cuanto encuentra a su paso: peces, animales o personas. Por eso cuando las olas se encrespan y los vientos braman en sus costas, todos tienen miedo y se alejan.

 

Para nuestro alivio, hacia el mediodía paró la lluvia y empezó a escampar. No hubo tormenta en el lago, así que pudimos zafar de la furia del malvado cacique. Con el cielo más despejado, salimos a caminar por el centro pensando en almorzar alguna pasta rellena. Terminamos comprando unos riquísimos sorrentinos en Monona, otra vez con la ayuda inestimable de la app Hookau.

Con la pancita y el tanque de nafta llenos, enfilamos para el sur, dispuestos a recorrer esa margen del lago que está bordeada por la RN 40 de camino a La Angostura.

El primer destino fue la playita de Catritre, que tiene una bajada empinada y breve desde la propia ruta. Se puede dejar el auto en alguno de los estacionamientos que cuelgan de la barranca, es cuestión de rebuscársela. En el último desnivel antes de la playa, hay un camping con servicios, luego se baja a la costa pedregosa. La vista desde la playa no permite ver la ciudad, pero el entorno es agradable. Caminamos un poco por la orilla y como se había vuelto a nublar, decidimos seguir viaje.

 

Playa Catritre

Dicen que subir es más fácil que bajar, y en un ratito estábamos de vuelta sobre la RN 40, para tomar el próximo desvío haca Quila Quina. La bajada es mucho más extensa, es un camino intrincado pero con mucha belleza, que se sumerge en un bosque que apenas deja pasar la luz del sol. Hasta nos topamos con un rebañito de ovejas que cruzaba despreocupadamente, ajenos a la presencia de los vehículos.

 


Camino a Quila Quina

 

 

Aquí el paisaje (tanto natural como humano) es otro, hay más infraestructura y todo trasunta un mayor poder adquisitivo. Pasando el embarcadero hay una playa de arena muy tranquila, con una vista hermosa del lago enmarcado de cerros. Perderse por los caminos interiores es una agradable experiencia, con esas discretísimas mansiones salpicaditas en el bosque. Como corolario, el clima todavía algo lluvioso nos regaló un arcoíris sobre el lago.

 

Quila Quina

Abrimos las reposeras que viajaron con nosotros en el auto, ensillamos el mate y nos dedicamos por un rato a disfrutar del paisaje. Antes de que se retire el sol, emprendimos la vuelta por la RN 40, como si uno viniese de Villa La Angostura. Recordaba esta misma situación de una de las anteriores visitas y le pedí a mi copiloto que registrara el momento: la aparición de la ciudad a orillas del lago, entre las vueltas del camino y la vegetación de la orilla, mientras vamos bajando de la cornisa.

 

RN40 asomándose al Lacar

 

RN40 se divisa la ciudad

 

RN40 llegando a SMA

El temprano regreso nos permitió una última vueltita, recorriendo una calle muy coqueta: Coronel Díaz, que en sus últimas dos cuadras al pie del cerro tiene un boulevard. Zona céntrica pero retirada del circuito turístico, combina elegancia y tranquilidad.

 

Calle Coronel Díaz

 

Ruta de los Siete Lagos desviando a Lago Traful

Aluminé lluvioso

miércoles, 30 de agosto de 2023

Aluminé lluvioso

Día 4 – 22 de enero

Sabíamos de antemano por el pronóstico, que este sábado 22 iba a haber mal tiempo. De hecho, amaneció muy nublado y con alta probabilidad de lluvia, por lo cual empezamos a barajar alternativas en forma de otros destinos accesibles con el auto. Teníamos tres posibilidades: en primer lugar, en dirección oeste, el ripio de la RP 48 nos llevaba al paso Hua-Hum para cruzar a Chile y visitar el lago Pirihueico, pero las nubes bajas y las precipitaciones indicaban que era la peor opción, y fue de hecho la primera en descartarse.

Quedaba entonces transitar la RN 40, eligiendo si convenía ir hacia el norte o hacia el sur. Hacia el sur se repetía el pronóstico de lluvia y nubes bajas, hacia el norte la probabilidad de lluvia era menor. Con estos datos en la mano, la mejor opción parecía el algo Huechulafquen, cruzando los dedos para que el mal tiempo no se corriese también hacia allá.

Sin apuro, desayunamos y salimos hacia el norte para afrontar una ruta 40 atestada de camiones. El tiempo nos perdonó hasta llegar a Junín de Los Andes, donde el desvío hacia el lago marca el final del asfalto. Ya en el ripio, no solo se largó a llover con intensidad, sino que además el radar mostraba que toda la cuenca del algo se ponía lluviosa y con poca visibilidad. Conclusión: decidimos desistir y regresar hasta Huiliches, donde está el destacamento policial, para retomar la RN 40 y cruzar el río Chimehuin, tomando la RP 23 hacia el norte con rumbo a Aluminé.

 

Cruzando el río Chimehuin

La RP23, que pasa por Aluminé y prosigue hacia Villa Pehuenia y Pino Hachado, tiene un poco de ripio y en parte de su recorrido va bordeando el río Aluminé, desde unos cuantos kilómetros antes de arribar a la ciudad homónima. Llovía bastante, pero de todas formas se podía decir que la travesía era entretenida y vistosa.

 

Un poco de ripio

Un poco por haber empezado tarde, y otro poco por las idas y vueltas, llegamos a Aluminé ya muy pasado el mediodía y no pudimos encontrar un lugar abierto para sentarnos a comer algo. El clima seguía lluvioso y nos instó a almorzar unos guches con coca dentro del auto, estacionados en la desolada plaza de una ciudad que lucía mojada y triste. Desde el auto se podía divisar el mejorcito –según Google- restorán del pueblo, que había cerrado ya su cocina.

 

Almuerzo en la plaza de Aluminé

El regreso por la vistosa RP 23 casi sin lluvia, nos permitió disfrutar de la cercana presencia del río, que aparecía y desaparecía de nuestra vista conforme los meandros de la ruta acompañaban su curso.

 

 
Bordeando el río Aluminé

 

Bordeando el río Aluminé

Copyright: el material fílmico y parte de las imágenes que acompañan estas páginas fueron obtenidas y gentilmente cedidas por mi copiloto, la Dra. Aguña (risas).

 

Afloramientos rocosos en la RN 40

Una rápida merienda en el depto, y cuando paró definitivamente la lluvia nos fuimos a caminar por Avenida Roca, para estirar un poco las piernas. Pensando en la cena, nos bastó con comprar una ensalada para acompañar el cordero que quedaba del día anterior. Con todo, me alcanzó para ver el segundo tiempo del Ciclón ganándole a Talleres 1 a 0.

 

El lago Lacar

Lago Lolog

 

Lago Lolog

Día 3 – 21 de enero

El día amaneció espléndido, ideal para escaparse a algún otro espejo de agua cercano que cuente con playa. A unos 15 Km de San Martín de Los Andes, saliendo por la Ruta Provincial 62 se encuentra el lago Lolog, que cuenta con una hermosa playa de arena blanca en su extremo sur. Desayunamos y salimos relativamente temprano porque el día pintaba caluroso. No obstante, al llegar a destino notamos que ya había bastante concurrencia, así que una vez en la playa nos apartamos del acceso para escapar del típico amontonamiento alrededor de las instalaciones del parador. Nos establecimos cerca de la desembocadura del río Quiliquihue que, unos pocos kilómetros más abajo, desagua hacia el río Chimehuin, a mitad de camino entre Junín de Los Andes y San Martín de Los Andes.

 

Lago Lolog, Playa Bonita

 

Lago Lolog, al fondo la Cordillera

Pusimos las reposeras cerca de la orilla, con la sombra de una hermosa arboleda a nuestras espaldas. En esa quietud, vino a mi memoria una leyenda que leí en alguna ocasión y que ahora rescato para compartirla en estas páginas.

 

Leyenda del lago Lolog

Hace muchísimo tiempo, donde hoy se halla el lago Lolog, había un lago mucho más pequeño, rodeado por menucos y pantanos. Lo llamaban: Paila Có (agua tranquila), por la serenidad que siempre reinaba en él. Cerca vivía una familia mapuche. Tenían una hermosa hija que acostumbraba peinarse en la orilla del laguito cada día.

Una fresca mañana de otoño escuchó una voz que desde el lago la llamaba: - Soy un joven rey y estoy solo en mis dominios. Si vienes conmigo serás una reina rica y feliz.

La niña, hechizada, decidió seguir al joven de relucientes vestiduras y voz cautivante, sin escuchar los gritos y ruegos de sus padres que la llamaban para que no los abandonara.

Había pasado un año de lo acaecido, cuando un día apareció la niña en la ruca de sus queridos padres, ataviada con ricos vestidos y joyas de oro y plata. - No estén tristes - les dijo - Yo soy feliz y cada año vendré a verlos, pues lo único que me falta es el cariño de ustedes. Ahora tengo que irme.

El padre, desesperado, agarró fuertemente a su hija para impedir su partida y le dijo - No te dejaré ir sin nosotros. Eres nuestra hija.

De repente se escuchó un fuerte temblor y un viento huracanado se llevó a la muchacha. Al mismo tiempo la ruca se fue hundiendo en el menuco junto con los angustiados padres. El lago se fue agrandando hasta llegar a su actual tamaño. Cuentan los pobladores más antiguos, que en los pocos días calmos que tiene el tormentoso Lolog, se puede observar a través de las profundas aguas transparentes, la vieja ruca y sus felices moradores, y que si alguna vez éstos, añorando su perdida tierra verde, suben a la superficie para recordar, el lago se estremece y se desencadenan tormentas que sacuden todo alrededor y nadie se atreve a acercarse al Lolog, y menos a navegar sus aguas.

Glosario:

·    logog: suelo con hoyos o depresiones

·    ruca:  vivienda rústica

·    menuco: pequeña superficie de tierra que al pisarse “se mueve”                             por efecto de una napa de agua casi superficial

 

A la luz de la leyenda, podemos decir que el lago nos obsequió un día excepcional, porque durante toda la mañana gozamos de una maravillosa tranquilidad, con la vista del lago flanqueado por montañas y con el horizonte perdiéndose en dirección a Chile.

 

Lago Lolog

Ya pasado el mediodía la playa se fue llenando de gente y se levantó viento. Igualmente nos dio tiempo para almorzar y para cuando la superpoblación y el viento se estaban empezando a sentir, emprendimos el regreso. A la ida, en el camino habíamos pasado un desvío que llevaba a la laguna Rosales, pero entonces seguimos de largo, era preferible llegar temprano al Lolog. A la vuelta paramos para intentar este desvío a pie, pero todo el lugar era un páramo, no corría viento, había mucho sol y no teníamos ni una botellita de agua, así que no daba para caminar ese sendero arenoso. Estando tan cerca de la ciudad, preferimos dejarlo para otro día.

Quedaban todavía horas de sol, y después de unas compras en el centro encaramos otro sendero: la subida al mirador Arrayán. La cuesta asfaltada la hicimos con el auto, y una vez arriba disfrutamos los caminitos que contornean el cerro, rodeando la casa de té y las demás instalaciones.

 

Vista del lago Lacar desde el mirador Arrayán

La intención era completar la excursión con una suculenta merienda, pero la lista de precios de la coqueta casita y el gentío nos persuadió de seguir disfrutando el paisaje… la muchedumbre suele hacer bajar la calidad de la atención, y semejante espera para que nos asalten nos pareció demasiado.

 

La ciudad de San Martín de los Andes desde el mirador

Reemplazamos la merienda con unos mates, y como tenía ganas de comer cordero a la parrilla, me puse a buscar alguna carnicería cercana. Ya de vuelta al departamento, costó una enormidad encender la parrilla, pero cociné una pierna de cordero y unas tiritas de asado, ¡¡todo de diez!!

 

Delicias esperando su momento

 

La zona más importante del depto

 

Aluminé lluvioso

Los miradores cercanos