Día 3 – 21 de enero
El día amaneció espléndido, ideal para escaparse a algún otro espejo de agua cercano que cuente con playa. A unos 15 Km de San Martín de Los Andes, saliendo por la Ruta Provincial 62 se encuentra el lago Lolog, que cuenta con una hermosa playa de arena blanca en su extremo sur. Desayunamos y salimos relativamente temprano porque el día pintaba caluroso. No obstante, al llegar a destino notamos que ya había bastante concurrencia, así que una vez en la playa nos apartamos del acceso para escapar del típico amontonamiento alrededor de las instalaciones del parador. Nos establecimos cerca de la desembocadura del río Quiliquihue que, unos pocos kilómetros más abajo, desagua hacia el río Chimehuin, a mitad de camino entre Junín de Los Andes y San Martín de Los Andes.
Lago Lolog, Playa Bonita
Lago Lolog, al fondo la Cordillera
Pusimos las reposeras cerca de la orilla, con la sombra de una hermosa arboleda a nuestras espaldas. En esa quietud, vino a mi memoria una leyenda que leí en alguna ocasión y que ahora rescato para compartirla en estas páginas.
Leyenda del lago Lolog
Hace muchísimo tiempo, donde hoy se halla el lago Lolog, había un lago mucho más pequeño, rodeado por menucos y pantanos. Lo llamaban: Paila Có (agua tranquila), por la serenidad que siempre reinaba en él. Cerca vivía una familia mapuche. Tenían una hermosa hija que acostumbraba peinarse en la orilla del laguito cada día.
Una fresca mañana de otoño escuchó una voz que desde el lago la llamaba: - Soy un joven rey y estoy solo en mis dominios. Si vienes conmigo serás una reina rica y feliz.
La niña, hechizada, decidió seguir al joven de relucientes vestiduras y voz cautivante, sin escuchar los gritos y ruegos de sus padres que la llamaban para que no los abandonara.
Había pasado un año de lo acaecido, cuando un día apareció la niña en la ruca de sus queridos padres, ataviada con ricos vestidos y joyas de oro y plata. - No estén tristes - les dijo - Yo soy feliz y cada año vendré a verlos, pues lo único que me falta es el cariño de ustedes. Ahora tengo que irme.
El padre, desesperado, agarró fuertemente a su hija para impedir su partida y le dijo - No te dejaré ir sin nosotros. Eres nuestra hija.
De repente se escuchó un fuerte temblor y un viento huracanado se llevó a la muchacha. Al mismo tiempo la ruca se fue hundiendo en el menuco junto con los angustiados padres. El lago se fue agrandando hasta llegar a su actual tamaño. Cuentan los pobladores más antiguos, que en los pocos días calmos que tiene el tormentoso Lolog, se puede observar a través de las profundas aguas transparentes, la vieja ruca y sus felices moradores, y que si alguna vez éstos, añorando su perdida tierra verde, suben a la superficie para recordar, el lago se estremece y se desencadenan tormentas que sacuden todo alrededor y nadie se atreve a acercarse al Lolog, y menos a navegar sus aguas.
Glosario:
· logog: suelo con hoyos o depresiones
· ruca: vivienda rústica
· menuco: pequeña superficie de tierra que al pisarse “se mueve” por efecto de una napa de agua casi superficial
A la luz de la leyenda, podemos decir que el lago nos obsequió un día excepcional, porque durante toda la mañana gozamos de una maravillosa tranquilidad, con la vista del lago flanqueado por montañas y con el horizonte perdiéndose en dirección a Chile.
Lago Lolog
Ya pasado el mediodía la playa se fue llenando de gente y se levantó viento. Igualmente nos dio tiempo para almorzar y para cuando la superpoblación y el viento se estaban empezando a sentir, emprendimos el regreso. A la ida, en el camino habíamos pasado un desvío que llevaba a la laguna Rosales, pero entonces seguimos de largo, era preferible llegar temprano al Lolog. A la vuelta paramos para intentar este desvío a pie, pero todo el lugar era un páramo, no corría viento, había mucho sol y no teníamos ni una botellita de agua, así que no daba para caminar ese sendero arenoso. Estando tan cerca de la ciudad, preferimos dejarlo para otro día.
Quedaban todavía horas de sol, y después de unas compras en el centro encaramos otro sendero: la subida al mirador Arrayán. La cuesta asfaltada la hicimos con el auto, y una vez arriba disfrutamos los caminitos que contornean el cerro, rodeando la casa de té y las demás instalaciones.
Vista del lago Lacar desde el mirador Arrayán
La intención era completar la excursión con una suculenta merienda, pero la lista de precios de la coqueta casita y el gentío nos persuadió de seguir disfrutando el paisaje… la muchedumbre suele hacer bajar la calidad de la atención, y semejante espera para que nos asalten nos pareció demasiado.
La ciudad de San Martín de los Andes desde el mirador
Reemplazamos la merienda con unos mates, y como tenía ganas de comer cordero a la parrilla, me puse a buscar alguna carnicería cercana. Ya de vuelta al departamento, costó una enormidad encender la parrilla, pero cociné una pierna de cordero y unas tiritas de asado, ¡¡todo de diez!!
Delicias esperando su momento
La zona más importante del depto
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