Día 1 – 19 de enero
El vuelo de ida estuvo movidito, muchas turbulencias tanto en el ascenso como en el descenso, pero llegamos en tiempo y forma. Ya comenté el “asalto a mano armada” que resulta tomarse el taxi desde el Aeropuerto Aviador Carlos Campos (ex Chapelco) a la ciudad, algo así como medio día de alquiler de un auto económico.
Cada uno con su barbijo
El departamento estaba bárbaro, súper equipado y muy cómodo para dos personas. La única contra era el ascensor fuera de servicio, pero el dueño se ofreció amablemente a ayudarnos a subir el equipaje hasta el segundo piso, excusándose por la falla del aparato y comentando que el arreglo era inminente. No obstante, he de reconocer que llamó mi atención el cartel que consignaba “fuera de servicio” en la puerta de la cabina, porque estaba sospechosamente ajado y amarillento.
Si bien la localidad está turísticamente explotada al uso occidental (europeo), la presencia de descendientes de los originarios pobladores es evidente. En mi particular visión, lejos de resultar un aporte pintoresco que le otorga “color local” a la ciudad, esta presencia pone de manifiesto los contrastes entre ambas culturas y resulta una invitación a la exploración de la historia del lugar. El turista puede suponer que la función empieza con su arribo, y que todo está dispuesto para él, pero cuando uno llega a algún lugar, siempre encuentra historias empezadas.
Un poco de historia
Los pueblos originarios que ocupaban nuestro actual territorio, los cuales en ocasiones fueron sometidos voluntariamente y relocalizados en tierras asignadas por el Estado, conservaron dificultosamente sus costumbres y tradiciones, con la indefectible disyuntiva entre adaptarse a la nueva “civilización” o aislarse para resistir la pérdida de memoria e identidad. Si bien no todas las regiones de nuestra república fueron integradas de la misma manera, a lo largo del territorio de la actual provincia de Neuquén se cuentan innumerables casos en el lapso que media entre 1882 y 1919, los cuales fueron reconstruidos gracias a la documentación existente en los archivos Histórico Provincial y de Tierras y Colonias de la provincia de Neuquén. Los nombres de los caciques Curruhuinca, Ancatruz o Cañicul, aparecen reiteradamente a lo largo de estos años en la región. Sus tribus, ora defensoras del territorio en nombre del Estado, ora desertoras o rebeldes ante las instituciones, siguen al día de hoy habitando sus antiguos dominios.
El cacique Curruhuinca y su familia frente a la primera escuela de la zona
En lo referente al Lago Lacar y su entorno, estas ancestrales tierras, pobladas originariamente por las tribus del cacique Curruhuinca, fueron pacíficamente ocupadas a fines del S.XVII por la División Los Andes, al mando del General Rudecindo Roca (hermano de Julio Argentino). Curruhuinca y su gente tenía –previsiblemente- más contacto con las vecinas poblaciones chilenas allende la cordillera, que con las remotas ciudades argentinas existentes (Zapala, Neuquén, Chos Malal…). Era relativamente sencillo y mucho más rápido adentrarse en estas cordilleras bajas, inclusive navegando lagos y ríos hacia el oeste, que atravesar las arideces patagónicas huérfanas de caminos y postas. Esta situación se hizo extensiva en un principio al hombre blanco, por lo cual no es de extrañarse, entonces, que la vida en esta ciudad haya tenido en sus inicios una lejana impronta trasandina, producto del contacto comercial y cultural con nuestros vecinos.
Aserradero en Hua-Hum, circa 1930
Hasta el año 1937, en el cual se funda el Parque Nacional Lanín, el paraje conocido como San Martín de Los Andes, asentado en un vallecito al que llamaban Vega Maipú, vivía de la actividad agrícolo-ganadera y de la explotación forestal. Sin embargo, la creación del Parque Nacional Lanín transformó paulatinamente el poblado y sus aledaños. Por caso, la restricción en la tala de árboles preservó los bosques nativos (pensemos en lo que hizo La Forestal y sus talas en el bosque chaqueño) y contribuyó a delinear el perfil de la ciudad. Asimismo, la necesidad de despejar las orillas del lago hizo que fueran desapareciendo los poblados y asentamientos a su vera, y las actividades agrícolas y ganaderas se desplazaron del casco urbano hacia las pampas o planicies vecinas. Quizás el único resabio de actividad agrícola que persistió, relacionado con la presencia de huertas con árboles frutales en el ejido urbano, sea la elaboración artesanal de dulces y confituras que hoy constituyen un distintivo de la ciudad y la región.
Una vez instalados en el departamento, bajamos para tener un primer contacto con la ciudad. Orientamos nuestros pasos hacia el centro cívico, elegante como siempre y bastante concurrido. Hicimos una visita a la oficina de turismo para recabar información de sitios y el estado de los caminos, y luego bajamos a la costanera para contemplar las suaves olitas que rizaban la superficie del espejo de agua.
Primer contacto visual con el Lacar
Nos dejamos llevar por nuestros pies hasta que se hizo la hora de cenar, y para aprovisionarnos enfilamos hacia La Anónima, supermercado por excelencia de toda la Patagonia. El gran hallazgo fue una app que resuelve casi todo lo que un turista necesita en este lugar: Hookau. Se baja gratuitamente de cualquier store virtual y resulta muy práctica. La estrenamos esa misma noche adquiriendo unos deliciosos sorrentinos de Monona, una fábrica de pastas altamente recomendable.
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