lunes, 9 de junio de 2025

Colonia menonita “La Nueva Esperanza”




La visita del lunes 10 prometía un viaje al pasado y a otra cultura, y cumplió con creces. El primer impacto es fuerte, uno no deja de sorprenderse al ver un modo de vida tan distinto y disociado del propio.

El tema es complejo y de difícil abordaje, quizás convenga hacer un poco de historia para ponernos en antecedente y entender mejor esta realidad tan sesgada.

 

Menno Simons

 

El origen de este movimiento debemos situarlo en el S XVI en los Países Bajos, como una escisión del movimiento protestante de Martín Lutero. Las ideas del monje Menno Simons, inspiradas inicialmente en la Reforma, pero corregidas y evolucionadas en base a una profunda relectura de las escrituras, desembocaron en un nuevo movimiento que se basaba en una premisa: el trabajo era la manera de honrar a Dios, y todo el esfuerzo del ser humano debía estar orientado a esa premisa, despreciando lujos y banalidades. Esta nueva vertiente rápidamente comenzó a sumar acólitos, que en un principio fueron conocidos como “seguidores de Menno”. Con el correr del tiempo, el nombre derivó en “menonitas”, que es como se los conoce hasta el presente. Gradualmente fueron estableciéndose en forma de colonias, primero por Europa central, y hacia las últimas décadas del S XIX en el continente americano, inicialmente en Canadá y los EEUU, para luego pasar a México y ya en el S XX a diversos países de Sudamérica, entre ellos Argentina, a donde arriban en la década de 1980.

En el presente de estas comunidades en Latinoamérica, podemos decir que negociaron su establecimiento en cada país antes de comprar las tierras, y lo hicieron en términos de permanecer literalmente aislados del entorno. Por lo menos en el caso de Argentina, y en particular en esta colonia, la comunidad entera es legalmente administrada por una única entidad, las divisiones y el reparto de las tierras son cuestiones internas y el estado no tiene injerencia, los colonos lo resuelven entre ellos; además, en su territorio no ingresa la policía ni ninguna otra institución, todo lo gestionan y administran ellos en forma cerrada, al punto de aplicar sus propias leyes; como son pacifistas nunca hicieron el servicio militar ni portan armasno pagan impuestos territoriales por el predio, tampoco permiten obras públicas en el mismo: no hay agua corriente ni cloacas, no tienen tendido eléctrico, ni gas, ni calles asfaltadas (cabe preguntarse quién fue el funcionario que accedió a estos términos…).

A la Argentina llegaron, después de varios intentos fallidos, hacia 1986. Esta colonia que visitamos fue la primera en nuestro territorio, y ocupa los terrenos de la antigua Estancia Remecó, unas 10.000 hectáreas (10 Km x 10 Km, o sea 100 Km2) situadas a 35 kilómetros al oeste de la localidad de Guatraché.

 

Métodos tradicionales

 

La comunidad vive aislada del mundo moderno, solo permiten la tecnología y los avances en tanto les sean útiles en su trabajo, para su vida cotidiana tienen prohibida hasta las radios AM; de televisión o internet, ni hablar. El nivel de abstracción es tal, que mientras sus galpones y tinglados tienen excelente fama en todo el país (se dedican casi exclusivamente a la metalurgia), en su vida cotidiana se siguen movilizando con carros tirados por caballos.

 

Típico carro menonita

 

Motores de combustión interna y tracción a sangre


En las limitadas ocasiones en que pudimos interactuar con ellos, fundamentalmente por problemas de manejo del idioma, pudimos notar su nulo interés por las cuestiones del “resto del mundo”. Son educados y sencillos en su trato, pero se limitan a mostrar sus casas y el fruto de su trabajo. También comercian con los visitantes, se pueden adquirir algunas cosas básicas de elaboración artesanal. Más allá de la metalurgia y la carpintería, los productos lácteos como queso de campo o dulce de leche son muy buenos.

 

Riquísimo

 

Acompañados de la guía, visitamos la iglesia y el almacén, no hay hospital ni farmacia, solo un boticario que atrasa un par de siglos. Como excepción, las parturientas se hacen atender en el hospital de Guatraché cuando van a dar a luz.

 

El templo

 

Si tuviese que enumerar algunas características destacadas de esta comunidad, no podría dejar de mencionar las siguientes:

Pacifistas, no hacen el servicio militar ni portan armas.

Honran a Dios a través del trabajo. El varón produce, la mujer se encarga de la casa y los niños, y eventualmente ayuda en la producción.

La honestidad es un valor casi sagrado para ellos, la palabra empeñada y un apretón de manos es suficiente para cerrar un trato. Esto, que resulta un hábito en su cerrada comunidad, les ha provocado algunos sinsabores y contratiempos en la interacción con el resto del mundo.

Conservan su dialecto original: hablan plautdietsch (bajo alemán menonita). Solo los varones adultos, por la necesidad de comerciar con el entorno, hablan lo que puedan aprender de castellano.

No pagan impuestos territoriales ni aceptan subsidios del estado.

Se reservan la potestad de la educación de sus hijos: estos sólo reciben educación primaria, dentro de la comunidad, exclusivamente en su idioma original (plautdietsch), y no tienen acceso a otras lenguas ni a otros canales de información; los niños no hablan castellano

 

Lecturas infantiles


Colonia menonita “La Nueva Esperanza” (continuación)

Rivera


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